Spencer Tunick, el artista plástico neoyorquino, está de regreso en la capital chilanga para presentar una muestra de su más reciente trabajo realizado con material humano cien por cien mexicano, se titula: “Citadinos” y fue hecho en su totalidad en zonas del D.F tales como la Condesa o el Centro Histórico, por si alguno de ustedes no lo conoce, queridos lectores, les diré que este visionario del arte moderno, fue el que hizo aquella instalación en la que logró reunir a la mayor cantidad de gente desnuda en la plancha del Zócalo de la ciudad de México para tomarles fotos que luego le darían la vuelta al mundo.
Este artista de nuestros tiempos, siempre ha sido un obseso de la belleza inaudita de los seres desnudos, claro, que de los cuerpos lindos, no de cualquiera, porque él está seguro de que la frase hecha de que lo importante es la guapura del alma, es una falacia que inventaron las feas paupérrimas para desquitarse, en parte, de las mujeres preciosas que gracias a los cirujanos plásticos, pululan en nuestras ciudades, dicen sus biógrafos, que Tunick, siempre iba por la Quinta Avenida o en el central Park, desnudando con la mirada a hombres y mujeres, aunque algunos de sus allegados, dicen que más a los hombres, pero no porque tenga las inclinaciones del “putrillo” Alejandro Fernández, sino porque asegura que los machirrines tenemos más tela de donde cortar, que existen músculos en todo el territorio corporal y las mujeres, a pesar de las lipos y de los implantes, han sido creadas con curvas y protuberancias que son agradables al tacto pero a la hora de la imagen artística les falta profundidad y les sobra anchura.
Una de las ideas en las que desea trabajar, es encuerar a todo el que se deje, menos a la anoréxicas, ni a los hombres que tengan cuerpos de perros milperos, y posarlos en las ruinas arqueológicas de nuestro país, de seguro ha de haber pensado en Chichén para las mujeres y en el paseo de la Reforma, que no es una zona arqueológica pero López Obrador y sus Adelitas ya lo dejaron en ruinas, para los hombres, a ver si ahora con tanto dinero que se andan gastando en presentaciones de danza y de Dora La Exploradora, a los del hache ayuntamiento no se les ocurre invitarlo para que tome fotos de encuerados en el puente número Uno, lo bueno es que, gracias a Salinas de Gortari, ya no existe el resguardo aduanal que eran puros viejos alcohólicos panzones, porque esa imagen sería perfecta para el colombiano Fernando Botero pero no para Tunick que le encantan las carnes bien cortadas y no las adiposidades de borrachos.
Lo bueno es que a Tunick le gustan solamente las grandes urbes para realizar sus creaciones y nunca se le ocurriría venir a nuestro pueblo globero y patriota, a lo mejor en algunos años más, ya que Nuevo Laredo sea una “metrópoli fronteriza” (jajajaja) si podría venir y me gustaría que las fotos fueran en la avenida Guerrero, ahí, enfrente de la explanada Baca Calderón pero que salgan todos los politiquillos del izquierdero, los que antes se peinaban con la mano derecha y ahora usan la zurda hasta para recibir el dinero de sus negociaciones partidistas, otro de los escenarios naturales podrían ser los corrales de la feria, esos que usan para los stands ganaderos, pero ahí se podrían poner en hilerita a todos los atléticos patrulleros que se ponen el uniforme como si fuera batita de maternidad, o en el zoológico sería genial que se hicieran varias tomas, ahí donde está la marrana vietnamita en la que se podría trepar a Paquita la del Barrio para que fuera una Lady Godiva contemporánea.
Spencer Tunick a pesar de que su quehacer creativo no es bien visto por todos, su visión sobrenatural sobre el arte contemporáneo, le ha dado grandes oportunidades en cualquier sitio del planeta al que ha ido para convocar a la gente que quiera aparecer en sus obras, y es que, aunque de todo hay en la viña de los encuerados y todos somos hechos del mismo barro, no es lo mismo tacita de porcelana que un vil jarro, pero algo debemos tener los mexicanos que le ha de encantar al fotógrafo neoyorquino, por lo pronto, yo le sugiero, que se vaya a los teatros de revista de las zonas populares de la capirucha o que se ponga a ver las películas de las ficheras, en las que todas las “actrices” salían descalzas hasta de la mollera, de seguro ahí va a encontrar alguna musa inspiradora que le indique el nuevo camino que habrá de recorrer para mostrar una faceta de su arte, pero le aviso desde ahorita, que la Lyn May ya no está así como se ve en las “muvis” y la Princesa Lea ya no se baña en una copa de champagne sino en un rotoplas. Ya dije.
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