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domingo, 16 de agosto de 2009

Los Niños

Ya lo he dicho en diversas ocasiones, creo que en otras pasadas vidas, fui, o prefecto de secundaria de un colegio de monjas lesbianas o pariente cercano del Señor del Costal, porque nada más no se me da que sea como uno de esos ñoños absurdos que se ríen de las carantoñas de los huercos y menos cuando los susodichos infantes tienen más de dos años y menos de ocho, pero no puedo dejar de reconocer que yo tuve una infancia feliz y libre, que mi amá aunque era una generala sin uniforme, mi apá era y sigue siendo un hombre bondadosísimo, y ambos, dentro de sus posibilidades me proporcionaron una niñez alegre y confiada.

En esa época, los niños éramos más libres, jugábamos a todo, no había nada que nos mantuviera encerrados por mucho tiempo, como ahora en que los huercos son más dados a atornillarse en una silla frente a la computadora o a la tele que a correr por el patio o en la calle, claro que siempre ha habido de todo, y también tuvimos una vecina cabrona que nunca nos regresaba los balones que se iban del otro lado de la barda de su casa y un malhumorado conserje que siempre nos correteaba si entrábamos a las escondidas a la Cosme Pérez, aunque nunca nos robó una pelota.

Yo no iba a escribir nada respecto al día del Niño pero cuando leí el estupendo artículo de Don Juan Pérez Ávila me dieron muchas ganas de hacerlo, y es que el decano del oficio, se refiere en su Plus Ultra del 30 de Abril a que los niños no son ni buenos ni malos, que tienen en su carácter todas las posibilidades de ser lo que se les antoje, y es verdad lo que el periodista dice respecto a que hay algunos que son más listos que otros y que si El Señor dice que de los niños es el reino de los cielos, no es porque sean mejores personas, sino porque en su condición infantil reflejan sin ambages lo que son en realidad, porque todavía no tienen definidos los rangos de hipocresía que con el tiempo y un ganchito se adquieren hasta llegar a la maestría de ocultar lo que no es bien visto por los demás, es decir, es su autenticidad lo que Diosito evalúa como si fuera decodificador del Ceneval para elevar la categoría del derecho para que la entrada al paraíso sea libre para los huercos.

No voy a decir que era un niño muy bonito, pero eso era lo que decían todos mis tíos, y además siempre he sido muy suertudo, porque mientras a otros bien “ferocitos” los ponían en el nacimiento viviente del barrio, como a los burritos, las mulas y los bueyes, a mí, me elegían como al Niño Dios, y no sé si me gustaba porque yo era muy chiquito, pero tal vez, desde entonces, me dieron miedo las multitudes, supongo que desfilaban todos los vecinos para rendirme adoración, mientras rezaban las letanías en perfecto latín norteño, así que siempre entendí que me debía a mi público, lo malo es que ahora nadie me invita ni siquiera para ser una triste mula del pesebre, tal vez sea la fama que tuve de niño lo único que extraño de esos tiempos en que yo era la estrella de la película en época de navidad.

Como yo fui un niño dichoso, deseo para todos los niños, lo mismo, y aunque ahora sea una reencarnación de Herodes, tampoco soy una bestia con el número diabólico tatuado en la frente, y para demostrarlo con hechos y no con retorcidos discursos llenos de silogismos de colores, les compartiré queridos lectores, una ristra de derechos que tienen los niños a nivel mundial, aunque lamentablemente nadie les hace mucho caso y mejor ni acordarse de los casos de pederastia del nauseabundo José Nacif Camel y su corrupta red, que fueron denunciados por la valerosa periodista mexicana Lydia Cacho, en fin, mejor les diré que según la Unicef, los niños tienen diez derechos primordiales: Derecho a la educación, Derecho a una familia, Derecho a la atención de salud preferente, Derecho a no ser obligados a trabajar, Derecho a ser escuchado, Derecho a tener un nombre, Derecho a ser alimentados, Derecho de asociación y derecho a integrarse, a formar parte activa de la sociedad en la que viven, Derecho a no ser discriminado, Derecho a no ser maltratado, Derecho a la recreación, Derecho a una nacionalidad. Ya dije.

P.D: Antes de finalizar la presente columna, quiero expresar mi gratitud a Mario Villarreal, editor de Show por su estupendo trabajo al cabecear mis columnas, claro que ya lo hice a nivel privado, y es que para un viejo escribidor como yo, siempre es reconfortante que los profesionales de la comunicación hagan su chamba con tanta empatía con los columnistas, y en mi caso, es doble el agradecimiento, porque sé que mis artículos no son fáciles de encontrarles la forma, ya que a veces escribo sin ningún orden preestablecido y de un tema paso a otro sin pudor alguno, así que, por tus buenos oficios querido Mario, gracias, muchas gracias.

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