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domingo, 16 de agosto de 2009

Favorito de Dios

Nunca lo he querido reconocer abiertamente, pero no tengo ninguna duda de qué Dios me tiene incluido en su lista de favoritos, y es qué, díganme si no tengo razón, queridos lectores, siempre he sido tan libre para ejercer mi libertad de expresión que la única posibilidad de censura es la que yo mismo me he impuesto, claro que ustedes van a decir que mi estilo no da para mucho, es decir, que siendo cronista social, pues ni modo que el editor en jefe, me detenga una columna, por decir que la chica más asediada del pueblo salió con su domingo siete o que en una fiesta postinera (esta palabra es de las antigüitas), estaban a una mesa de distancia, la esposa y la querida, pero que el susodicho en lugar de esconderse debajo de la mesa, se puso a platicar con el hermano de su segundo frente.

Diosito santo sabe que no le puede dar alas a los alacranes, y a mí, solamente me dio esta pluma con harta tinta, a sabiendas de que no me iba a meter en muchos líos, por eso digo que soy de sus hijos preferidos, ya que me gano la vida pergueñando pésimos artículos, aunque eso sí, muy divertidos, y por si fuera poco, me obsequió con el Don más preciado que pueda desear cualquier ser humano, el infinito placer de vivir, ya sé que suena muy mamón, pero es que yo disfruto cada instante de la vida que transcurre, y con el paso de los años, he aprendido a deleitarme en las pequeñas cosas, no porque sean de menor rango, a lo que me refiero es a que son de de patente cotidiana, es decir, una vieja película en Blanco y Negro, el aroma que eriza el viento con la tersura de la nostalgia, un añejo comercial de la televisión, el doblez de la hoja del libro de tapa azul, no le vayan a cambiar de página a Show, pero fíjense que el otro día me descubrí cursi como profesor jubilado, y casi se me salen las lágrimas al toparme accidentalmente con una vieja foto en la que me veo al lado de Susana González a la que minutos antes, la habían elegido como reina de Expomex, ella, sin duda, era preciosa, no sé como esté ahora, supongo que muy guapa y el esposo muy viejo, como suele ocurrir en estos casos en que las mujeres se cuidan hasta del aire que respiran y el marido se desarrolla silvestrito solamente con agüita que cae del cielo.

Esa foto me la tomó Juan Rodríguez “La Rata”, y ahí me puse todo el veinte de loción, incluso, me enfundé en un tuxedo que compré en Rolando’s, una tienda de ropa mexicana que todavía existe por la avenida Guerrero, la verdad es que me veía muy bien, no digo que elegante como para portada de GQ pero para ser oriundo de este pueblo globero, lucía como artista de “Jolivud”, ese año, la guapa Susana ganó también el baile de Blanco y Negro, así que creo que ha sido la única en obtener esos dos títulos en la historia de la que según nuestro carismático alcalde, será la metrópoli Fronteriza, fue por esa razón, que ya no se permitió concursar a reinas en esa famosa fiesta organizada por el Club de Leones, y no es por nada, pero es que Susana era muy linda, y tenía algo que a otras también muy lindas, les faltaba, algunos le llaman carisma, otros ángel, pero llámese como se llame, su personalidad era atrayente, parecía que traía un foco prendido adentro, brillaba con luz propia, además, tampoco era de una familia adinerada, si mal no recuerdo, trabajaba en un banco bajo las órdenes de mi entrañable amigo Lic. Gilberto Martínez Jasso (qedp) que luego sería administrador general del petardo Club Hacienda, del que prometieron mucho, en ese entonces, al cargo de unas gentes de Victoria que estaban muy involucradas en nuestra vernácula política estatal, así que ella solita trabajó los dos triunfos, nada más espero que sus hijas hayan salido tan bonitas como ella, aunque eso lo veo difícil, porque ya se sabe lo que se dice luego de que nace alguien con tan admirables cualidades físicas y roto el molde ya nada se puede hacer.

Les digo, queridos lectores, que soy favorito de Dios, porque luego de más de 20 años, sigo en el candelero, lo único que extraño a veces es que antes podía comer lo que fuera, y nunca engordaba, ahora, me como dos tortillas de harina de las que amasa mi apá, y subo tres kilos, pero fuera de eso, le doy gracias a mi Señor de los Cielos (gulp), que estoy mejor que nunca, todavía salto de dos en dos las escaleras y no me canso, pero lo malo es que ya solo de bajadita. El tiempo no pasa en balde para nadie.

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