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domingo, 16 de agosto de 2009

Soy Géminis

Soy géminis y aunque no creo en esas patrañas de que nuestro destino está escrito en las estrellas, como quiera, por si las cochinas dudas, me asomo todos los días a leer mi horóscopo, no vaya a ser que estando mercurio retrógrado, ocurra algún evento desastroso que contamine la extrema dicha de mi cumpleaños que ha ocurrido el 23 de mayo en punto de las seis de la tarde.

Mi fiesta duró, como las bodas de ejido, tres días seguidos, hubo fara fara, harta comida, pastel de tres leches obsequio de mi hermana Nena, muchos besos de Jocelyn y Oswaldo, de Edgar, de Fernandito, de Wendy, de Mariana y siendo como soy, quisquilloso con el protocolo, no quise que me hundieran la cabeza en el paste al grito de guerra “mordida, mordida, mordida” primero porque no me gusta y segundo porque conociéndome, ninguno de mis parientes, hubiera sido capaz de hacerlo, francamente a mi me complacen todos los detalles de las celebraciones cumpleañeras, incluso, los muy barrocos, es decir, los discursos sentidos, las velitas, que en mi caso, todas prendidas, puede llegar a ser considerado un ataque terrorista, incluso, previsor como soy, pedí prestado a un vecino bombero, su extintor, por aquello de que no te entumas y la lumbrita se saliera de control, gracias a Jehová Bendito no pasó a mayores, además, no cabe duda, como dicen los cursis espirituales, el tiempo de Dios es perfecto, ya que en ese rato, luego del incendio cumpleañero, se vino una manguita de agua y como estábamos todos en una de las palapitas de la plaza Libertad, pues la lluvia no sólo evitó una catástrofe en el barrio de La Loma , sino que también apagó las brazas de la parrilla, pero como se vino de repente, ya saben ustedes queridos lectores, uno cree que tiene la vida y sus contingencias bajo control, y algunos de los presentes, decían, deberíamos de recoger los caviares, las pechugas de ángel y las rabadillas de sirena del golfo de México, porque no tarda en llover y de pesimistas y aguafiestas nadie los bajó, pero al poco rato, ya estábamos todos corriendo por la lomita para guarecernos del chubasco, al rato escampó, pero ya eran las doce de la noche y de aquí a que prendiéramos otros leños de mezquite, nos iba a amanecer, pero el domingo 24, día de santa Rocío, nos juntamos otra vez, y esta vez, desde la loma, pude ver un atardecer esplendoroso, en colores bermellón con el azul del cielo como espléndido fondo, tal vez ese fue mi mejor regalo y claro, el cariño de mi gente, y es que la devoción del amor que sienten por mi, siempre me ha sorprendido y es que como no soy perita en dulce ni monedita de oro, por esa razón agradezco doblemente la ternura demostrada, claro que recibí muchos besos, abrazos y buenos deseos, pero eso de cumplir años, como que no va conmigo, hubiera preferido dejar de lado la contabilidad de calendarios desde hace 20, pero el tiempo no pasa de balde, lo bueno es que yo ya andaba merodeando los periódicos desde que era un niño, por eso puedo decir sin pudor, que tengo muchos años en el oficio y lo mejor de todo, es que no soy un viejo, seboso, tortuoso y panzón, que a fuerza de mataderas de hambre, luego de varios lustros he podido conservarme en mi peso, porque ahora que he andado en alguno que otro evento, he podido saludar a varios de mis contemporáneos, y a los que tienen todos sus dientes, les falta pelo o les sobra panza, tienen las ojeras como de nata soplada o de plano ya son fuertes candidatos a lucir con su mejor traje en la pasarela carroñera de la funeraria Vázquez, conste que no me siento más joven de lo que soy, pero tampoco se me ha ocurrido sentarme en el diván del Dr. Manuel Sanmiguel para que me opere, y eso que no hay duda que el cirujano plástico es el mejor ya no digo del pueblo, sino de casi todos los de México, no que no confíe en su habilidad con el bisturí pero ya sé que entrando a la plancha, de ahí me iría directo al estrellato nacional, si así como estoy, he recibido la propuesta de la panadería “El Bolillo de Oro” para hacer un comercial que saldría al público en la tele de Bustamante, Nuevo León y eso que ya no me cuezo a ningún hervor.

Gracias a todos los que se tomaron la molestia de mandarme felicitaciones y deseos de dicha por mi cumpleaños, les aseguro que soy un privilegiado por tener tanta gente que me quiere, lo único que a veces empaña mi alegría, es el recuerdo de mis difuntos sagrados, pero sin ser de esos viejos llorones, tengo que confiarles, queridos lectores, que los he recordado a todos y aunque digan que estoy loco, he podido sentir su amada presencia.

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