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domingo, 16 de agosto de 2009

beatas sociales

Yo me rio de todo, pero no sé si me causa más gracia que pena ajena , el hecho irrefutable de que haya tantas mujeres que en su lejana juventud fueron de rompe y rasga y ahora son candidatas naturales a la beatificación social, claro que para lograr su cometido, se rodean de una corte ampulosa de viejas cotorras que entre cháchara y meriendas, contribuyen con su presencia a dar realce a las prostitutas conversas, y no me refiero solamente a las esquineras, que de esas no hay mucha tela de donde cortar, sino a las otras, a las que siendo lo que son, se contraen en un bostezo para dibujarse una segunda vida a partir de su renuncia voluntaria a la promiscuidad espiritual en la que siempre vivieron.

Tal vez por esa razón no se abren completamente a la vida social como tal, porque saben que requieren de una cofradía que las proteja de la dolorosa verdad, y en lugar de meterse a un sarcófago para no dar pena por su belleza marchita, se meten en cilindros de oxígeno, se esculpen otra cara, se restiran las ansias, se planchan las arrugas, se mueren de hambre, se visten de marca, se inventan una historia delirante para dictárselas a su comparsa de carnaval, claro que reciben diáfanos aplausos de las distinguidas damas, y si yo fuera juez de la academia de actuación de jolivud, también me rendiría a sus pies para darles un Oscar, pero la realidad es atroz, y nadie, ni siquiera los santos trepados a los altares, pueden borrar el pasado, que se queda tatuado en el alma, ya sé lo que están pensando queridos lectores, que de seguro fumé de esa maldita yerba que provoca alucinaciones o que me adentré en las páginas cursis de Corín Tellado, pero les prometo que no hice ninguna de las cosas, pero es que de vez en cuando me dan ganas de aventarme uno de esos textos que son entre rebuscados, mamilas y que ni vienen al caso, pero a poco no es verdad lo que digo respecto a esas señoras que cuando eran muchachas, todo el pueblo, sobre todo los jovencitos de la época, las conocían como las “rompecatres” y que en su etapa de estudiantes mezclaban alcohol, mariguana y otras sustancias para andar en el desmadre con sus compañeros de generación, si eso no tiene nada de malo, todo mundo lo ha hecho, pero las que han vivido bajo ese estilo, solamente tienen una alternativa, asumir que fueron así y ni modo, como decían las tías abuelas cuando salían embarazadas las niñas decentes de la familia: “no eres ni la primera ni la última”, lo malo es cuando pretenden poner caras de santitas y que por esas cosas de la amnesia selectiva, se les olvida que fueron protagonistas de las historias más escandalosas del pueblo, y además, hay fotos, hay videos, hay testigos presenciales de los hechos, porque en eso como en todo, siempre hay un cómplice que abre la boca y despepita todo.

Lo que deberían de entender, digo, si acaso les sirve de consuelo por su esfuerzo patético de exorcizarse de los pecados cometidos, es que ellas cumplieron una función social ineludible y necesaria, al fin, como en la cadena de la evolución para la subsistencia de la especie humana, debe haber de todo, y esas frutitas que cualquiera se podía comer, eran útiles regalitos para que las señoritas castas, decentes y de buenas familias, siguieran conservando el encanto de su virtud sin mácula, o al menos, que por estar volteando a ver a las alharaquientas rameras, nadie se diera cuenta de sus escarceos nocturnos con los primos o los amigos de sus hermanos que tenían permiso para entrar a la casa.

Tal vez por ese matiz de maldad que existe en esas historias torvas de las vidas de estas mujeres galantes, es que se convierten en leyenda, porque les cuelgan todos los milagritos, y si se acostaron con dos de la cuadra o diez del barrio, se acrecienta el número, y al rato fue todo el cuartel militar o el cuerpo de bomberos, algunas se casaron bien casadas, otras nunca lograron quitarse el vicio del fornicio, pero siguen siendo lo que nunca podrán dejar de ser.

Post it. No se les olvide que este jueves a partir de las ocho de la noche se presenta la ópera rock “Jesucristo Súper Estrella” en el teatro Lucio Blanco de la Casa de la Cultura. La entrada es libre. Dirige Javier Juárez Alfaro.

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