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domingo, 16 de agosto de 2009

El alcalde enamorado

Mi tía Eufemia ya hubiera gritado a los cuatro vientos, su jaculatoria favorita: ¡Jesús del Huerto, cúbrenos con tu sangre bendita! Si se hubiera enterado de este desaguisado en el que se vio envuelto el alcalde de San Ángelo, Texas que responde al nombre de J.W Lown y es que este prominente político de la zona ovejera del valle tejano, se enamoró perdidamente de otro hombre, pero ese no es el verdadero problema, lo grave del asunto es que su fuga al lado mexicano, ocurrió el mismo día en que debía prestar juramento para su cuarto período al frente del poblado y puso el tema de los derechos de los homosexuales en la picota del escarnio pero al mismo tiempo en la balanza de la justicia.

Dicen que todo el pueblo conocía las inclinaciones del alcalde y que sus preferencias sexuales nunca fueron impedimento para obtener de los vecinos, no sólo su apoyo ciudadano en sus aspiraciones políticas, sino también su respeto, cariño y solidaridad existencial en el plano personal, pero jamás imaginaron que los dejaría a todos agarrados de la brocha, porque decidió motu proprio que no podía estar lejos de su amado, lo único malo es que un político de elección popular, como su palabra lo indica, se debe al pueblo que lo escogió para llevar los asuntos comunitarios que atañen a todos y por ética no debería abandonar el barco, además, que le costaba a su “boyfriend”, esconderse como lo hacían en antaño, los machos de las viudas, que al morir el marido, se encerraban a piedra y lodo para no volver a ver la luz del sol y lamentarse por toda la eternidad por el infausto deceso de su esposo, pero como nada es para siempre, las santas señoras al poco rato, se conseguían su “pioresnada” y lo encerraban para su uso diario, así que mientras la viuda fingía un doloroso viacrucis en público, en la intimidad de su hogar, se relamía lo bigotes como los gatos con el consuelo de su soledad, pues eso mismo hubiera hecho este alcalde, así no quedaba mal con nadie y todos felices y contentos.

Tuvieron que irse, declaró compungido, porque no podían permanecer juntos legalmente en Estados Unidos. "Ningún ciudadano de Estados Unidos debería verse frente a esta decisión", dijo el ex alcalde J. W Lown en una entrevista desde México. "Dejé un hogar. Dejé una hacienda. Dejé una carrera política prometedora", afirmó.
Unos 36 mil estadounidenses están en esa situación, dijo el congresista demócrata Jerrold Nadler, citando información del grupo Igualdad en la Inmigración.
Los proyectos presentados en el Congreso para que las parejas homosexuales reciban el mismo trato que las heterosexuales en materia de inmigración enfrentarán una dura oposición, tanto de los que se oponen al matrimonio gay como de los que postulan mano dura con los indocumentados.
La ley de defensa del matrimonio, sancionada en 1996, prohíbe a las autoridades de inmigración reconocer los matrimonios gay, aunque sean de estados donde son legales.
Hay quienes consideran que se trata de un derecho básico. Steve Ralls, de Igualdad en la Inmigración, cree que la mejor forma de resolver el asunto es incorporando el tema a una reforma integral a las leyes de inmigración.
Pero incluso entre los que defienden los derechos de los indocumentados hay quienes no quieren que se mezclen las cosas, por temor a que el tema afecte las posibilidades de sacar adelante una reforma. Kevin Appleby, director de políticas migratorias de la Conferencia Nacional de Obispos Católicos, sostuvo que se está usando el tema de inmigración para impulsar el matrimonio gay, al que él se opone.

Yo digo que Lown y su novio deberían de regresarse a san Angelo, porque no hay ninguna ley que impida que su prometido entre a Estados Unidos como turista, y que luego de que se le venza el permiso, lo vuelva a tramitar, de esa manera su estancia en el gabacho es totalmente legal, o solamente que las intenciones de este mexicano indocumentado, no sean por desinteresado amor, sino para que un ciudadano americano lo pida para emigrarse, y esos casos son más comunes de lo que uno cree, así le pasó a mi prima Poncianita que la pobre estaba bien feíta, tenia cuerpo como de masacote y aliento de dragón, con decirles queridos lectores que mi tía Artemisa del Carmen la entregaba en matrimonio con todo y carro del año y ni así la quería nadie, hasta que un día se casó por todas las de la ley con un michoacano muy bien parecido, pero al poco rato, ya legal en “el ameriqueque” el pobrecito infeliz que tuvo que cargar con la bigotona de Ponciana por varios años, huyó y es fecha que nadie sabe de su paradero, si alguien lo ha visto, por favor, díganle que Ponciana Guadalupe no vive sin él, ¡ah! y que ya recibe un chequesón del” welfer” porque demostró que su fealdad es un impedimento físico para obtener un empleo bien remunerado.

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