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domingo, 16 de agosto de 2009

Mi Padre

El legado de mi padre no se puede contabilizar en ningún libro Mayor y es que su fortuna no es de este plano material. El hombre que me dio origen y el hálito de vida, es un ser espiritual que emergió de entre los pliegues del tiempo perfecto de Dios.

No tiene grandes extensiones de tierra, ni dinero guardado en el banco. No posee más riqueza que su corazón. Jamás tuvo interés en amasar fortuna, no lo cegó la codicia de acumular bienes. El trabajo fue su religión y nunca tuvo más credo que el esfuerzo diario de ganarse el pan con el sudor de su honradez.

Luego de caminar infatigable por los litorales que serpentean la vida, entregado a las extenuantes faenas de proveedor para los suyos, puede decir en un discurso de palestra que ha cumplido su misión, porque su labor ha sido completa, al otorgarnos no solamente casa, comida y sustento, que por ese solo hecho bien valdría una misa en su honor, sino además, gracias a su proceder sin mancha, en una cotidiana lección de probidad, de desinterés por lo banal, de que por su natural proclividad a lo que en realidad tiene valor, todos sus descendientes podemos mirar de frente y sin culpa a quien sea, y es que su grandeza de espíritu nunca se corrompió para cometer una villanía contra persona alguna.

Nació en el año del Señor de 1931 y de seguro, ese día se alinearon todos los planetas que en conjura con los astros confeccionaron su prodigioso destino.

Mi padre es depositario de casi todas las virtudes inventadas por Dios; es bondadoso y honesto, generoso y solidario, sabe ser amigo y no conoce el odio, es un tipo magnífico en el que se puede confiar ciegamente, pero no es cómplice de infamias ni paga por pecados ajenos y a pesar de haber cursado sólo hasta tercer grado de primaria, es tan sabio como Sócrates y tan paciente como Job, yo digo que más cristiano que otros, aunque nunca, por su propia voluntad, ha asistido a la iglesia,

Su sencilla investidura, le otorga un halo de dignidad que no lo poseen ni los ricos, no porque sea mi padre, pero considero que por su extraordinaria labor de vivir, deberían de laurear sus sienes y entregarle un premio nobel, aunque el verdadero galardón, lo recibe todos los días de la gente que lo conoce, porque a las personas que atestiguan el proceder ajeno, nadie los puede engañar, al menos no todo el tiempo, y saben que Don Chilo, es un verdadero Hombre, así, sin más adjetivos que manchen la palabra que describe y explica su conducta ejemplar a lo largo de toda su vida.

Tal vez por ascendencia de su patrona santa Cecilia, es que le gusta tanto la música, prefiere las voces de las viejas melodías, como ecos de su pasada juventud y a pesar de ser arrítmico totalmente, le encantan los sones, las guarachas, el mambo y la salsa, por las tardes se sienta a escuchar su música, y en su rostro, se pueden ver sus recuerdos, que danzan en sus gestos, unas veces con nostalgia y otras con una apacible melancolía que se refleja en su mirada.

Los cronistas de la vida de Jesús El Cristo, deberían de haberle otorgado el oficio de mi padre, porque no hay nada más santo, que el olor de la panadería. Recuerdo que cuando yo era niño, deslumbrado, veía la manera en que de un batido de harinas, agua y demás menjurjes, salían unas verdaderas obras de arte; igual conchas, bisquetes, que margaritas o cuernos, y es que así crecí, entre la admiración y el asombro por las formas, las texturas y los sabores que emergían de sus manos.

Tardará en nacer, si es que nace, un hombre así como mi padre, cuya heredad es el compendio de su propia vida, y él, que lleva contados los días, uno a uno, desde que nació, sabe que sus hijos hemos tejido con su venturoso destino una bandera inconsútil que flamea en su digno corazón que es nuestro hogar. ¡Feliz Día del Padre!

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