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sábado, 22 de agosto de 2009

Dr. Juan Barberena Cantú

Asomándome al Plus Ultra de Don Juan Pérez Ávila, me topé con la alusión directa y dilecta del prestigiado periodista respecto a la eminente personalidad del Dr. Juan Barberena Cantú, por quien, ya lo he dicho en reiteradas ocasiones, me une un afecto especial, amén de la gratitud que le prodigo, porque no sólo pagó de su cartera varias atenciones hospitalarias de mamá, sino que gracias a su cariñosa égida, brindó a toda mi familia la certeza de que nada malo nos podía ocurrir, mientras estuviéramos bajo su tutela.
Yo que ni poeta soy, me hubiera gustado escribir canciones como las de José Alfredo, para poder decirle a Juan, que si tuviera mucho dinero le compraría dos corazones (y también dos cubanas) por favor que esto de las viejas antillanas no lo lea su esposa Norma, que además lo digo de pura broma, tan solo, para rendirle a Juan Barberena, el homenaje que se merece, porque solamente a él y a mi amadísimo Padre les puedo decir, sin faltar a la verdad, que han ejercido con gallardía el oficio de Hombre, y lo dice mejor que yo, el inefable literato mexicano Jaime Torres Bodet, que cito a continuación:
Nunca me cansará mi oficio de hombre. Hombre he sido y seré mientras exista. Hombre no más: proyecto entre proyectos, boca sedienta al cántaro adherida, pies inseguros sobre el polvo ardiente, espíritu y materia vulnerables a todos los oprobios y las dichas…
Nunca me sentiré rey destronado ni ángel abolido mientras viva, sino aprendiz de hombre eternamente. Hombre con los que van por las colinas hacia el jardín que siempre los repudia. Hombre con los que buscan entre escombros la verdad necesaria y prohibida. Hombre entre los que labran con sus manos lo que jamás hereda un alma digna, ¡porque de todo cuanto el Hombre ha hecho la sola herencia digna de los Hombres es el derecho de inventar su vida!
A Juan lo conozco desde hace veinte años y soy su amigo, gracias a su bonhomía, yo no tengo mayor mérito de haberme agenciado su afecto, que el simple hecho de haber transitado por los correderos de su casa, que sin falsas poses, siempre lo he considerado una extensión de mi hogar, aunque es verdad que hace muchos años no lo veo, tal vez desde el 2005, y ahora que he leído lo que de él, dice Don Juan, nunca como en esta oportunidad de privilegio, tengo que adherirme a los acertados juicios del editorialista que entre otras verdades, señala que su tocayo, es querido por muchos, y es que Diosito santo como decía mi tía Mague, lo bendijo de diversas maneras, primero con su estupendo carácter, que su forma de ser lo identifica ante las personas que lo han tratado, además, es honesto, que en estos tiempos que corren, ni con la lámpara de Diógenes El Cínico pero mucho menos con la de ¡AH! Ladino, y por si fuera poco, es generoso y solidario, nunca se le ha roto el saco, porque no es codicioso, él sabe que hay otras cosas más importantes que el dinero, que ése sirve para lo que sirve y como es redondo se le tiene que echar a rodar.
En la persona de Juan, convergen cualidades y virtudes, en su actuar, no ha habido una sola mala intención, por ello, cuando le pasó lo que ya explicó en su espléndido artículo el decano periodista paisano, me pregunté: ¿Dónde estaba Dios en ese momento? Y ahora con el paso de los años, ya que el ondulante vaivén de las pasiones se ha aquietado en la tersura del tiempo, con la portentosa recuperación de ese corto circuito cerebral que casi lo fulmina, yo que estuve cercano a él en terribles momentos de convalecencia, en el cual, su único enlace con el mundo que lo rodeaba, era el poderse comunicar a través de una cartulina en la que se podía leer todo el abecedario, puedo dar fé, de que nunca se rindió y que su alma no sufrió irreversibles daños, porque de sus entretelas espirituales, sacó el coraje que le dio azufre a su sangre y estoy convencido de que fue la rabia de sus años jóvenes, lo que le permitió asumir que su condición médica era sumamente delicada, sin embargo, aún teniendo la información que, sus estudios profesionales y el ejercer de su oficio, le inoculaban en desalentadoras dosis precisas para incrustarlo en su dolorosa realidad, en el fondo de su conciencia, siempre supo que para la ciencia de Dios no había imposibles.
Si en este momento que transcurre, alguien me preguntara, pero no como guión indolente de anuncio comercial de lagrimones estériles en los que el penar humano parece ajeno, si acaso creo en los milagros, tendría que decir con toda sinceridad, que es cierto que dicho prodigio procede de una fuerza sobrenatural, por encima de toda lógica, pero en su denodado, y muchas veces, sobrecogedor esfuerzo, pude percibir, que el arrojo indómito de algunos hombres, los coloca por encima de cualquier posibilidad de fracaso, y en ese trance, en el cual, el perverso destino, incubó la muerte en la herida, Juan salió triunfador.
P.D: El DictarHugo Chávez que es como los rábanos; rojo por fuera y blanco por dentro, ha arremetido con gases lacrimógenos a una turba enardecida que protestaba en contra de una ley de educación promulgada por el partido que mangonea. Ya que nada podemos hacer por ese atemorizado pueblo venezolano, por lo menos, roguemos a Dios que recoja en su santo seno, lo antes posible al tirano. Ya dije.

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