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domingo, 31 de agosto de 2008

La palabra sigue

Nota del autor: Como ustedes ya se han podido dar cuenta, he dejado de escribir diariamente para el periódico Líder Informativo y solamente como un botón de muestra, publico una columna “social” para los domingos, pero he reflexionado acerca de mi oficio de escribidor, y tengo que reconocer, que dada mi natural curiosidad sardónica, que teniendo una lectura personal de los acontecimientos que a todos nos interesan y un juicio de valor sobre los quehaceres ajenos, tanto de las actividades de nuestras fuerzas vivas políticas como a las realizadas por los integrantes de la llamada sociedad civil que no es otra cosa que nosotros mismos preocupados por nuestro bienestar, voy a seguir escribiendo todos los días para ustedes queridos Cyber lectores que me han solicitado por diversas vías que siga redactando la presente columna:

Algunos, los más cavorones, me han pedido que reviva a El Ejecutor, y… ¡porque ustedes lo pidieron!, intentaré confeccionar con saña satírica los cuentecitos inofensivos de ese personaje que causó polémica en los albores de los años noventa del siglo pasado (¿?), pero ahora, como La Baronesa de la Madero ya está empujando margaritas, tendré que elegir a otra colaboradora que sea mi corresponsal en el medio de nuestra ampulosa sociedad, pero como ya mucha gente se fue p’al otro lado, necesito también a una ayudanta del “odersaid” del río, así que para ambos trabajos, a partir de este momento se abre la presente convocatoria, claro que se aceptan a caballeros que se las den de muy informados, conste que no hay sueldo, pero les aviso desde ahora, que tendrán como recompensa la satisfacción de que un día aparecerán junto a mi en los diccionarios y las enciclopedias. Conste que no estaba muerto, andaba de parranda. Ya dije.

GENTE DE AQUÍ
Fernando Tovar
Estos días de insólitas humedades me han entibiado el corazón, quizás sea, porque en el lago tranquilo de mis recuerdos, regresé a mis días de niño, cuando confundido entre la parvada de güerquillos, pero con el permiso de mamá, podía mojarme chapoteando en los arroyos de la calle Gutiérrez o de la avenida Monterrey, y es que en el pueblo son tan pocas las veces que podemos ver llover, que a diferencia de otras ciudades, en las que la lluvia suele ser burocrática, como en la ciudad de México, que a las cinco en punto de la tarde, no antes no después, con puntualidad chilanglesa, deja caer como espadas, espinas heladas de gotas que cortan la fangosa atmósfera, sin embargo es un trámite triste de la naturaleza, en cambio aquí, en este poroso aerolito lunar, en donde se evaporan hasta las palabras, la lluvia se apronta en hileras y se precipita en una interminable fiesta que nos exorciza del calor.

Yo soy muy encerrado, hay días en que no asomo la mirada ni a la banqueta y mi mejor horizonte es un libro, no sé si a ustedes les ocurra queridos lectores, pero la lluvia que chacualea en marejadas hondas, a ratos, cuando amaina, tersa y voluptuosa se me figura como una mujer desplegada en abrazos y en ese rapto, me repliego en el vientre de las palabras en donde se origina la vida.

Hoy, como ayer, como antes de ayer, como casi todos los días de esta semana, ha llovido a cántaros, y mi corazón está preparado para la siembra de las buenas causas, una de ellas, es la creación de una fundación para ayudar a los políticos huérfanos para que hagan realidad sus promesas, sobre todo, la de la placita Libertad, en lugar de despilfarrar nuestro dinero trayendo a prostitutas viejas prófugas del sarcófago para que el pueblo les rinda un “homenaje” por los dudosos méritos de andarse encuerando en la pantalla grande, y que me perdone la Tongolele, como decía mi abuelita, si mis palabras la ofenden, pero entonces muchas mujeres del pueblo que han ido de la recámara a la cámara, deberían de aparecerse en el escenario para rendirles el tributo que se merecen, digo, si de eso se trata, pues que sea parejo el asunto.

Estos días, he andado así, como rebelde y disoluto, pero también he tenido el sosiego de la lectura de mi bienamado poeta, ese que inventó las metáforas, que no es otra cosa que un lenguaje subyacente para hermosear las sensibilidades humanas: “Me gusta cuando callas porque estás como ausente y mi voz no te toca, parece que los ojos se te hubieran volado y un beso te cerrara la boca”.

Y en eso he pensado todos estos días, mientras el cielo se desboca como dice García Lorca: “como un río de leones su maravillosa fuerza” nada más que el homosexual poeta granadino, se refiere a su amigo Ignacio Sánchez Mejías, pero les decía que he repasado mis ojos en Neruda, que por su fuerza y estatura, sigue siendo “el poeta” al que siempre se regresa como en un redondel, el más austral de los chilenos sintetiza con profundos pero sencillos epigramas, la rotunda solvencia del alma humana: “es tan corto el amor y es tan largo el olvido”.

Siempre he considerado que no hay mejor homenaje para un escritor que leer su obra y propagarla, así que si alguno de ustedes no le ha dado por asomarse a la obra de Neruda, los invito a que participen junto a él de las odas que confeccionó: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche, escribir por ejemplo, la noche está estrellada y tiritan azules, los astros a lo lejos”. Y sigue lloviendo sobre mojado.