domingo, 16 de agosto de 2009
El Ladrillo
Se le conocía como ladrillo y llegado el momento, podría haber sido usado como arma contundente contra algún malandrín, no sé si acuerdan ustedes queridos lectores, pero eso fue durante el año del Señor de 1985 en mi ya muy lejana juventud, cuando los mentados celulares causaron furor en el pueblo y al principio nada más la gente nais podía adquirir el novedoso invento del hombre blanco, ya que eran carísimos y naturalmente que poseer un aparato de esos era parte del estatus social, luego, todo mundo, hasta las semilleritas cargaban un teléfono móvil en su canasta para recibir llamadas desde Michoacán o san Wicho Potosí .
No quiero sonar mamón, pero a mí nunca me han gustado los celulares, de hecho, odio hablar por teléfono, incluso, jamás contesto el aparato familiar, y eso de estar pendiente de las llamadas me parece una esclavitud innecesaria, claro que cuando he vivido fuera del globero pueblo, por mera necesidad y para acortar las distancias, tuve que portar uno, pero lo traía más a fuerza que de ganas, naturalmente que no me opongo al avance de la modernidad, si tampoco tengo espíritu contradictorio, que ni siquiera mi tío Chano, que se hacía bolas con el auricular, y finalmente contestaba con un… “Quién soy, on toy, quién es, chingao no valgo madre pa’contestar “ y lo tiraba , pasados los primeros años y a fuerza de costumbre, se convirtió en un viejo bien comunicado con sus compadres del café, lo malo es que cuando le hablaba mi tía Robustiana que le hacía honor a su nombre, tenía que contestar delante de sus amigos, que luego se burlaban de él, porque tenía que mandarle besos tronados por la bocina, y mi sacrosanto pariente, era el típico norteño que hablaba como si tuviera bocinas integradas, así que los ósculos se oían hasta la calle de enfrente.
Lo malo del celular, es que Carlos Slim el ratero libanés con la complicidad del otrora todo poderoso Salinas de Gortari, de un prodigioso invento, se tornó en una pesada carga, porque una llamadita local de unos segundos era un insulto al bolsillo, yo no lo tengo guardado ni siquiera en mis archivos temporales, pero ese dato económico ha quedado registrado como el más grande robo a ojos vistos en toda la historia de la humanidad, y es que un enlace fugitivo venía costando el huevo que se le quebraba a Beto El Boticario en sus fallidos actos de magia, pero no sólo eso, sino que el hijo de su libanesa madre, cobraba las llamadas entrantes al emisor y al receptor, es decir era un negocio sucio, grosero y burdo, es como si yo fuera el presidente municipal del pueblo e impusiera al primo de mi esposa en un cargo sobresaliente en mi hache ayuntamiento, porque así de abusivo fue el monopolio telefónico y es que en esa aciaga época del país, un simple deseo del jerarca pelón, era considerado un decreto y una orden incumplida se castigaba con la horca, así que pagamos todos para engrandecer la fortuna de su compadre, pero a pesar de que según las revistas financieras, es el hombre más escandalosamente rico de México y uno de los más grandes ladrones de los cuarenta de Alí Babá, estoy seguro de que no habrá de entrar al reino de los cielos, a menos que sea mentira lo que Diosito santo dice en su palabra, y siendo tan rico ni por el agujero de ozono compenetrará al paraíso.
Lo que en su momento causó furor y ayudó a generar enormes ganancias a una sola familia, de un ladrillote enorme, ahora un llamado iPhone, tiene de todo, incluso dicen que hasta telescopio y radar de aviones de guerra, se pueden hacer llamadas pero también conectarse a internet, puede almacenar música, videos, fotos, además como Salinas de Gortari dejó de ser el mero petatero de Tenochtitlan, pues hasta televisa entró al negocio, y los precios que solían ser inalcanzables, actualmente son moderados, lo malo es que ahora que ya hay para comprar carne, es vigilia, y resulta que ese maldito aparato del iPhone, producto con patente de Apple ha salido defectuoso de origen y dicen que ha explotado en la cara de sus usuarios, algunos dicen que es mentira inventada por las compañías competidoras, pero mientras son peras o son perones, la noticia ya está circulando a nivel mundial en el sentido de que a un joven francés se le recalentó el aparato a tal grado que tronó como cuete en pleno grito de independencia, naturalmente, la empresa internacional no ha aceptado su responsabilidad pero ha ofrecido una compensación por el aparente daño que pudo haber causado su creación.
Lo malo de esos aparatos del demonio, es que en virtud de su propagación mundial, las empresas con tal de vender sus novedades, sacan sus inventos a la venta con fallas persistentes, pero que estando posicionados en el mercado mundial, ni modo que por andarse calentando como plancha vieja con ataques epilépticos de la electrónica, vayan a quitarlos del multimillonario negocio, si dicen que palo dado ni Dios lo quita, al rato, como suele ocurrir con estos grandes consorcios, filtrarán otra información a los medios difusores para que la suelten a su favor, mientras se calman los ánimos y se aquietan las aguas.
Los ladrillos, esos de los que me acordé al inicio de la presente columna, de seguro estarán en el cementerio de lo inútil y conste que aunque me dan ganas, no lo voy a decir, bueno, si lo diré, pero nada más por esta única vez, el museo de los años ochenta es un cofrecito de pandora, por eso me da terror abrirlo, porque los recuerdos de una juventud pasada, no son nada gratos, y si dicen que recordar es volver a vivir, yo no quiero vivir recordando. Agua pasada no mueve molino.
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