Doña Cayetana
Fitz-James Stuart y Silva tiene un nombre tan largo, que, como deseo
transcribir un soneto de don Francisco de Quevedo y Villegas, omitiré sus
muchos apelativos para abrirle espacio suficiente a la extraordinaria obra del
inmortal español, por cierto, hay muchos enigmas a dilucidar del acontecimiento
social del año, lo cierto, es que, la amable ancianita de 85 años, es tan
abierta y franca, que no tiene demasiados secretos para nadie, ella no es como
otras viejas afrentosas que se sienten la Divina envuelta en crema de chocolate
solamente porque tienen una agencia aduanal o se casaron con un hombre de medio
pelo que les da de comer tres veces al día, hablando de comida, el menú nupcial
es tan sencillo, que tampoco crean, queridos lectores, que hay mucho que
contar, y es que, como es una fiesta íntima, en pétite comité, casi con la pura
familia y una que otra comadre de la realeza, las encargadas de preparar los
platillos que se han servido durante el trascendental evento, han sido Linda y
Rosa, personal de servicio en el palacio de Dueñas, que son de toda la
confianza de la duquesa de Alba, tras el enlace, se ofreció un cóctel de
bienvenida, después, los comensales disfrutaron de un gazpacho andaluz y
ajoblanco, además, los platos principales fueron solomillo Wellington -envuelto
en hojaldre- y arroz con bogavante picante, uno de los favoritos de la recién
desposada, en los días siguientes, supongo que se irán despejando todas las
incógnitas del ajuar nupcial de la feliz contrayente, todavía no se sabe en
donde irán a pasar su luna de miel, si, es que, acaso llegan a esa instancia tan
dura de roer por el novio cincuentón que responde al nombre de don Alfonso
Díez, al que en España ya le dicen “El Muerto” porque al casarse con la noble
rica, ha pasado a mejor vida, en fin, que sea para bien este matrimonio, la
ganona es ella, que nada tonta, ha preferido dormir calientita los pocos o
muchos años que le resten de vida, sobre todo que no le ha importado el qué
dirán de la aristocracia europea y el jet set internacional, conste que si
comparto con ustedes, asiduos fans, unos párrafos de este festivo poema de
Quevedo, no es para burlarme de la distinguida dueña de 46 títulos , nobiliarios,
líbreme Dios de semejante idea, solamente que estando en este brete de boda, y
para demostrar una vez más, que lo de los matrimonios por interés son más
viejos que la roña, les presento este botón de muestra que es una joya
literaria que ha perdurado a través del tiempo hasta nuestros días. Aquí,
enseguida, el texto del que les he hablado desde el principio de esta dominical
Guillotina.
“Ven, Himeneo, ven; honra este día, no cual sueles, bañado
en alegría, pero de horror compuesto. A éste, que funeral ha de ser presto, con
pie siniestro asiste, unión de enigma y casamiento en chiste, que desmintiendo
siglos, se acomoda a parecerte boda. No tardes, [y] contigo un ataúd traerás,
mancebo amigo; pues si tardas, sospecho que en él para la esposa traerás lecho,
y al infausto velado, piadoso, quitarás de ese cuidado.
Ésta, entre mil pellejos de alma en pena (sólo en su boda
para flauta buena), pasar quiere sus cuartos o chanflones entre algunos
doblones, y ver la luz a sus dineros deja, y sus reales da a saco. ¡Ay de ti,
protovieja! Si toda Venus se revuelve en Baco daráos un San Martín mil
Santïagos; tu vida toda, ¡ay triste!, será tragos; pero será ventura, pues no
te afrentarán la dentadura.
Cobrara yo sus tercios; tu obligado, tus años a ducado; mas
que le quede aun ciento ducados que cobrar, con llevar ciento. Dicen todos que,
vana en tus dineros, tomas tu esposo en cueros; mas ¿qué importa que él beba,
vista y coma, si en carne, aunque quisiera, no te toma?
(Francisco de Quevedo y Villegas: Epitalamio en las bodas de
una viejísima viuda con cien ducados de dote, y un beodo soldadísimo de
Flandes, con calva original)
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