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jueves, 13 de octubre de 2011

Aguas Frescas


Nunca como en esta época en la que la Coca Cola se ha adueñado de la sed de la humanidad, le agradezco tanto a mi sacrosanta madre que me haya acostumbrado a tomar aguas frescas, y es que, doña Juanita, era hija de don Pancho Alonso Valdivia, dueño de varias fruterías, así que, a pesar de que en la casona familiar, tenían criados para que realizaran las tareas propias de limpieza y, por supuesto, la elaboración de los sagrados alimentos, el patriarca, aconsejaba a su hija que aprendiera de los artesanos y las cocineras, aunque tuvo dos, ella y mi tía Lupe, nada más que ésta, que era la primogénita, nunca fue muy hogareña, así que no habiendo otra candidata en el contexto tribal consanguíneo, a mamá le tocó ser la consentida del abuelo, por tanto, sabía hacer aguas de todos los sabores, colores y texturas, además, para tal efecto, nunca compraba frutas de la mejor calidad, al contrario, se esperaba a que las de la temporada se pusieran más pachichis para adquirirlas a mejor precio, ya que estando más maduras, las frutas soltaban sus dulzores que desparramados en el ambiente nos invitaban a todos a beberlas como si fueran ambrosias, a mí, siempre me gustó el agua de Chirimoya, que para quienes no la conozcan, les diré que es una fruta de mal aspecto, parece un horrido tumor, pero al apachurrarla, la pulpa suntuosa perfumaba los corredores del viento, mamá le ponía un toquecito de anís del Mico, no mucho, nada más para que le diera una nota de acento, luego la vaciaba en un jarro boquetón enorme, herencia de mi abuela Lena, le ponía trozos enormes de hielos, que al irse diluyendo, le transmitían su frescura al agua, todavía es fecha, que al recordar su sabrosura, se me humedecen las nostalgias, es verdad, nunca fuimos ricos, pero siempre tuvimos exquisitas viandas a la mesa, otra agua que se me antoja hacerla, pero que desafortunadamente nunca aprendí la manera, es la de horchata, antes, muy antes, en esos tiempos en que las señoras aprovechaban hasta el pan duro para hacer postres de cazuela, se lavaba el arroz y se ponía a remojar, pues de esa agüita mi santísima progenitora elaboraba un agua fresca a la que le añadía leche Pet, decía que, además, de darle cuerpo le adicionaba calcio, hasta ahora, ya de viejillo cascarrabias, me he dado cuenta que es cierto de toda certidumbre que la gente de antaño en los guisos por más sencillos que fuesen, le ponían algo para prevenir las enfermedades, luego, ya que, alguien caía en cama, se especializaban en alimentos que curaban por si solos, mi amá decía que no había padecer que no lo curara un sustancioso caldito de gallina vieja, en fin, que el anuncio de que la Coca Cola está en todos los confines del planeta, dicen, los estudiosos que en sitios en donde no hay agua potable ni servicios sanitarios, existe un expendio de este refresco que es el culpable de la terrible pandemia de la diabetes, tampoco voy a dictar una magistral conferencia a ese respecto, si no soy un científico loco, me refiero a ese dato porque es sabido por todos, si las autoridades fueran justas, sobre todo en nuestro país, sin mayores miramientos la sacarían del mercado para evitar la propagación del padecimiento que es la muerte lenta de millones de seres humanos alrededor del mundo, a veces, sólo a veces, me gustaría sacar un librito con todas esas recetas, alguna vez, don Raymundo Ríos Mayo historiador local, me sugirió que editara un libro con todas las historias de mi barrio, quizás ese no lo confeccione, pero a lo mejor uno con las recetas exquisitas de doña Juanita si lo haga, papá que es un gran sobreviviente a la orfandad de su amor y de su ternura, es dueño de una memoria a prueba de todo, seguramente me podrá dar los ingredientes y las cantidades exactas para que esos guisos vibrantes no se pierdan en el tejido incomprensible del tiempo. 

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