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jueves, 13 de octubre de 2011

Elba Esther y sus Brujerías

En un artículo publicado en la contraportada de la primera sección de Líder, he leído con horror y asco, un breve resumen capitular del libro: “Los Brujos del Poder” gracias al reporte de investigación del periodista Gil Olmos, y en el cuerpo de la nota, he podido enterarme de las artimañas sobrenaturales de las que se ha valido la Maestra Elba Esther Gordillo para combatir a sus enemigos políticos.
Yo no soy muy dado a creer en esas patrañas sobrenaturales, a menos que, estos nauseabundos seres oscuros, hayan sido capaces, de vender su alma al diablo y a los entes que los protegen para seguir en la cúspide del poder, porque su permanencia en esas altas esferas no se puede explicar de otra manera, aunque en nuestro país todo es posible gracias al estado impune de las leyes.
En el reportaje, se explica que la Maestra, perseguida por Zedillo que en un edicto monárquico de jefe todopoderoso, le confió a un cercano colaborador de Elba Esther: “mejor que se vaya del país” y esa sola frase dicha por un presidente mexicano en funciones, es como una sentencia de muerte, y para contrarestar el influjo político del que nos prometió “bienestar familiar”, se fue a Nigeria con un brujo que le preguntó de qué color tenía los ojos don Ernesto y entonces se fueron a buscar un león, pero no un socio del club que dirige Rubén López Escamilla, sino un animal de verdad, que tuviera sus mismos ojitos, y luego, (por favor si hay niños cerca de esta columna, cierren la sección Show queridos lectores, porque lo que sigue es demasiado fuerte) ya que tuvieron atrapado al enorme felino, lo destazaron vivo para ponerle la zalea del pobrecito rey de la selva a la maligna profesora que tiene cara como de la pata malvada, la Maléfica de los cuentos del Pato Donald y así, envuelta en esa piel sanguinolenta, según explica un ardido ex colaborador que fue testigo presencial de los hechos, la Maestra que creo que aquí si exageró el tipo, de ser una dulce profesorcita rural de esas que enseñan las primeras bolitas y palitos a los niños manchaditos de los ejidos, se transformó en una mujer potente, enérgica con una mirada estremecedora.
Al terminar el ritual, Elba Esther le pagó 45 mil dólares al africano, y el brujo reventó en una sonora carcajada con sonido de tambores y le dijo que el verdadero pago por el trabajito no era el dinero, sino la vida de un ser querido para ella, al poco tiempo, su nieto, el más querido, el hijo de su hija, murió inexplicablemente, a consecuencia de un accidente tonto, por decir lo menos, prensado en unas rejas metálicas de su casa.
Claro que como la profesora ha consultado a muchos brujos de diversas escuelas metafísicas, pues se ha agenciado enemigos gratuitos, y es que en los perturbados desvaríos de la profesora, ríase usted de Hermelinda y sus brebajes chistosos, de “La Paca” y sus osamentas sembradas, ha sido aconsejada por varios puñados de videntes y hechiceros, pero como hace a un lado a uno por más potente que otro, pues en ese aquelarre permanente, los rechazados y los remplazados, heridos en su amor propio, o tal vez, ninguneados por la soberbia profesora, le han hecho alguno que otro trabajito en contra, para que le vaya mal en lo que emprenda.
Dicen que, a mi no me consta, la amiga de presidentes, de gobernadores y senadores, ha estado postrada en cama envuelta en vapores medicinales a punto de estirar la pata vestida de Prada y hedionda a Chanel, pero que ha salido de todos los trances agónicos gracias a sus contrahechizos que van desde baños de luna llena a lagos medicinales apestosos a ajos y a esas chimistretas que alejan no sólo a los malos espíritus sino también a cualquiera de sus colaboradores que tienen que soportar todos los rituales mágicos de la poderosa dirigente magisterial.
A ver como le va a Gil Olmos el autor de este libro, porque si es cierto lo que narra en su obra, de seguro la profesora ya hizo una pócima macabra para anular al periodista y a todo aquel que se atreva a cruzarse en su camino, pero hay otra singular mujer a la que le gusta la brujería, pero esta, es más vernácula, ella usa aguita espiritual de san Ignacio y chiquiadores de epazote, pero en otra oportunidad les comentaré acerca de Marthita Sahagún que le daba toloache y tecitos de “tenmeacá” a nuestro añorado Presidenchente.

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