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jueves, 13 de octubre de 2011

El beso

José Alfredo Jiménez, en su famosa canción, dice que: “en León Guanajuato la vida no vale nada” y si, antes que se permitía manosear a discreción pero con hartas ganas, se podía besar, ahora que no se puede meter mano, vale menos que nada, y es que al frígido presidente municipal de Guanajuato, claro, de extracción panista, Eduardo Romero Hicks, se le ocurrió que eso de impedir los papachos en público, era muy gracioso, yo por eso antes de entrarle al tema, dejé que pasara el boom mediático, porque sabía que todo mundo iba a escribir de lo mismo, y ya que todos abordaron el tema, ahora si voy con mi cuchara.
El beso de Judas, sin duda, es el ósculo más famoso de la historia de la humanidad, porque implica una carga de sentimientos culposos, pero no solamente al discípulo de Jesús, sino a todos aquellos abyectos seres que viven con la traición circulándole en las venas y es que siempre hay una persona en la que se confía ciegamente y como son tan cercanas, no existe defensa posible si su objetivo es hacer algún daño, porque son sombras que persiguen los pasos y saben los más escondidos secretos de los que ellos consideran sus amigos.
El azul como una ojera de mujer, según lo describe Agustín Lara, es bonito color pero mezclado con el pudibundo rojo da como resultado una espesa mezcla de un color innombrable, como diría el Maestro Cervantes, cuando no quiere recordar aquel lugar de la mancha, y estando en la tierra de la cajeta, Romero Hicks va a quedar embarrado hasta las manitas por andar de puritano.
La ley como decreto era cosa de Señores Feudales, de esos de horca cuchillo y derecho de pernada, ahora, ya pocos siguen los reglamentos tal cual, al menos no creo que nadie le haga caso al peristáltico alcalde, a no ser que impongan una grosera multa, pero como ya los ciudadanos de a pie, aunque parezca lo contrario, no son tan dejados de la autoridad, y es que si de plano, dos tortolitos, están; ella con una faldita tamaño examen ginecológico y él interfecto, con las joyas de la familia al aire, pues si, pero que no los castiguen con cárcel sino que les paguen un lugar acogedor en donde puedan estar sin molestar a nadie.
Algunos regidores del PRI consideraron que esta reforma al bando de policía, no es otra cosa que un acto moralista y advirtieron que este tipo de acciones va a desalentar el turismo, dado que muchas de las personas que van a Guanajuato es para visitar el Callejón del Beso, que es tan tradicional, aunque antes, cuando se hizo mito y leyenda, la verdad es que eran picoretes santos, casi sin malicia, al menos que la protagonista del pasaje histórico, haya sido de moral distraída, pero lo que se sabe es que los padres habían prohibido el encuentro de los jóvenes.
Se cuenta que doña Carmen era hija única de un hombre intransigente y violento pero por fortuna, siempre triunfa el amor por trágico que éste sea. Doña Carmen era cortejada por un joven galán, don Luis. Al ser descubierta por su padre, sobrevinieron el encierro, la amenaza de enviarla a un convento, y lo peor de todo, casarla en España con un viejo y rico noble, con lo que, además, acrecentaría el padre su mermada hacienda. La bella y sumisa criatura y su dama de compañía, doña Brígida, lloraron e imploraron juntas, pero de nada sirvió. Así, antes de someterse al sacrificio, resolvieron que doña Brígida llevaría una misiva a don Luis con la infausta nueva. Mil conjeturas se hizo el joven enamorado, pero de ella, hubo una que le pareció la más acertada. Una ventana de la casa de doña Carmen daba hacia un angosto callejón, tan estrecho que era posible, asomado a la ventana, tocar con la mano la pared de enfrente. Si lograban entrar a la casa de enfrente, podría hablar con su amada y, entre los dos, encontrar una solución a su problema. Pregunto quién era el dueño de aquella casa y la adquirió a precio de oro.Hay que imaginar cuál fue la sorpresa de doña Carmen cuando, asomada a su balcón, se encontró a tan corta distancia con su joven enamorado. Unos cuantos momentos habían transcurrido de aquel inenarrable coloquio amoroso, pues, cuando más abstraídos se hallaban los dos amantes, del fondo de la pieza se escucharon frases violentas. Era el padre de doña Carmen increpando a Brígida, quien se jugaba la misma vida por impedir que su amo entrara a la alcoba de su señora. El padre arrojó a la protectora de doña Carmen y con una daga en la mano, de un solo golpe la clavó en el pecho de su hija. Don Luis enmudeció de espanto, pues la mano de doña Carmen seguía entre las suyas, pero cada vez más fría. Ante lo inevitable, don Luis dejó un tierno beso sobre aquella mano tersa y pálida, ya sin vida y conociendo todo esto, aún así, el implacable y absurdo Romero Hicks alcalde azul de León, se atrevió a imponer semejante regla, por eso, los ciudadanos besucones de bien, y por otras sabidas razones, ya no volveremos a votar por el PAN. Ya dije.

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