Ya no me cuezo a ningún hervor, esa es la verdad y mi
avanzado estado de putrefacción espiritual, me ha indicado, no de ahora, sino
desde hace dos o tres años, que, irremediablemente caeré en la cama de un
sanatorio, lo malo, es que, no cuento con ningún tipo de seguridad social, es
decir, no sufro la amarga pena de millones de mexicanos que están condenados a
morir lentamente en una sala de espera del IMSS, pero mucho menos en el
asqueroso hospital General de Nuevo Laredo, aunque he de confesar que estoy tan
pobre, que no albergo la menor duda de que si san Rafael Arcángel no me
auxilia, tendré que languidecer en mi hogareño lecho, es cierto que mis mejores
amigos son médicos, pero tampoco están obligados a pagarme las facturas
hospitalarias, el otro día, que me dio un dolor en la panza, le arranqué la
promesa a mi hermana Ana Lilia, quien siempre ha sido la Florence Nightingale
de la familia, que, por ningún motivo, me internara en la Cruz Roja, no vaya a
ser, le dije, que me quede hipotecado de por vida con la señorita Carolina,
quien es la cobrona de la antes muy benemérita institución, para mayores señas
la cuñada del señor director, nomás fíjense ustedes, asiduos lectores, el
tamaño del nepotismo al que nos estamos enfrentando todos los neolaredenses,
amén, de que, los carniceros habilitados a paramédicos, están asaltando a los
pobres heridos que sumidos en el shock de la inconsciencia no se pueden
defender del saqueo de sus pertenencias, digo, no podrán hacer algo a este respecto
nuestro alcalde Benjamín Galván o nuestro gobernador Egidio Torre, para que, no
sean abusivos ni montoneros, los empleados de alto rango de este centro
hospitalario, que debería de ser gratuito ya no digo para todos los
neolaredenses, sino para cualquier ser humano del mundo, pues, miren ustedes,
queridos fans, con esa idea bulléndome en la cabeza, me quedé dormido y al
mediodía desperté con una brillante solución a mi temor fundado en la extrema
pobreza en la que vivo, lo primero que se me ocurrió es dejarme de sueños
guajiros al escribir para los periódicos y revistas que me dan para comer bien,
pero como vivo siempre a dietas precautorias, pues francamente casi no gasto en
víveres, y meterme a chambear en alguna maquiladora o en el DIF, que ya ven que
esos huevones no hacen otra cosa que andar en la comparsa burocrática pa’rriba
y pa’bajo, para que me den el seguro, ya que, como en todos lados en donde
publico mis sencillos artículos, me pagan por honorarios asimilables a salario,
es decir, que ni siquiera figuro en la nómina quincenal, pues no tengo derecho
a nada, conste que no es queja, si a mí, nunca me ha gustado estar encerrado en
una oficinita pedorra ni estar atado a horarios establecidos, y la otra opción,
la más viable, pero también la más cara, es agenciarme de un Seguro Médico de
Gastos Mayores, así que, a partir de de este momento, en que son las cuatro de
la tarde del diez de Octubre del año del Señor de 2011, me abocaré a conseguir información,
espero que no sea demasiado oneroso, si no, me va a salir más caro el caldo que
las albóndigas, les prometo, que en cuanto tenga todos los pelos de la burra en
la mano, compartiré con ustedes los cabos sueltos que vaya atando a este
respecto, eso sí, les aseguro, que no me está matando ninguna obsesión de
suicidio, si esta vida no retoña en macetas ni se entrega a cualquiera, así
que, mientras tenga un hálito suspiroso seguiré dando guerra y desfaciendo
entuertos en esta quijotesca Guillotina, a los que me han preguntado a través
de sendos correos electrónicos si no tengo miedo morirme por lo que digo en
esta columna, y no conozco el temor en ninguna de sus modalidades, la verdad es
que tengo más miedo a caer en las garras de la Cruz Roja, y ámonoooos muriendo
ahora que están enterrando gratis. Ya dije.
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