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jueves, 13 de octubre de 2011

El Diario de Nuevo Laredo

Ramón Garza Barrios, alcalde de este pueblo globero y patriota, en lugar de andar cenando a las escondidas con el escritor colombiano Gabriel García Márquez acompañado por su infaltable comparsa cursi de intelectuales cocteleros, debería de otorgarle el homenaje que merece y le corresponde por edad, saber y gobierno, al único periódico local que puede presumir que lleva sesenta años de vida circulando todos los días desde su fundación en 1948.
El Diario nació gracias a la inquietud de don Federico Longoria y un grupo de empresarios locales que estaban hartos de la brutal represión ejercida por los dueños de los medios difusores de noticias de la época, ya que como siempre se ha sabido, y es más viejo que caminar para adelante, la corrupción, la coerción y el chantaje, han sido viejas triquiñuelas de los pusilánimes para lograr enriquecerse a costa del trabajo honesto de los demás.
Don Ruperto Villarreal Montemayor, hombre ilustre, visionario y adelantado a su tiempo, años después, le compró el periódico a don Federico; deuda que fue saldando poco a poco hasta que la liquidó por completo y hay que decirlo de manera franca, desde su nacimiento, El Diario era el periódico que todos leían.
La escena es como sigue, contada por un testigo presencial en la casa familiar: "Papá estaba en la cocina de la casa comiendo un helado de vainilla cuando recibió la llamada de don Federico:
-Ruperto, ¿qué estás haciendo?
-Me estoy comiendo "una nieve".
-¿No te quieres quedar con el periódico?
-Si.
-Bueno, busca en el banco a Cirilo Bustamante para lo del préstamo.
-Está bien Federico, yo lo busco.
Así de simple se realizó la venta.
“Si lo dice El Diario es verdad”, pero no era solamente un sobado eslogan publicitario, paradójicamente, aquí fue al revés, que todavía no les daba por nacer a los genios del “merchandising” así que no había quien lo inventara, esa frase se acuñó a fuerza de reiteraciones cotidianas, y es que cuando alguien aseguraba rotundo, cualquier noticia, como muestra, un botón: “fíjate que se va a devaluar el peso”, el comentario obligado de cualquier paisano, era: “si lo dice El Diario es verdad”. En realidad era el sentir popular.
El Diario ha sido semillero de grandes periodistas, sólo por citar un mal ejemplo: YO, pero también es el Alma Mater de otros que aunque lo nieguen tres veces como Simón Pedro a Jesús, provienen de esa misma sala de redacción, en la que si bien es cierto, abundaban las mentadas de madre, los gritos y las pataletas, también se abrevaba del agua bautismal de la inteligencia, pero el coraje templaba los nervios y la rabia daba intención a los retos por vencer, de demostrar que si se podía, que los improperios eran de ida y vuelta, pero que la oportunidad era una sola y había que tomarla a como diera lugar, nadie se podía bajar del barco hasta llegar a puerto seguro. Tal vez no sea mi cerebro el que dicta este artículo, sino mi corazón agradecido a los Villarreal, en particular a Marco, pero en general a todos, a Luis Federico de todos mis afectos de quien aprendí muchas cosas que se deben hacer pero también otras que no se deben llevar a efecto, pero en descargo de todos nosotros, los pobres pecadores, la Santa Mística dice que: “nada de lo humano nos es ajeno” y el tiempo, que todo lo cura, ha cicatrizado las heridas pero ha abierto un horizonte promisorio para los amorosos de las palabras que acomodadas en hileras pueden comunicar para guiar, y educar para liberar, pero hay que tener cuidado al usarlas, porque también sirven para soslayar, encubrir y engañar.
El Diario de Nuevo Laredo es un viejo macizo, terco, correoso, empecinado, que se dobla pero no se vence, que las circunstancias adversas lo tumban pero el orgullo lo levanta, que se aferra a la tradición de su pasado para no sucumbir al olvido. ¡Felices sesenta!

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