Cuando empecé a escribir en El Diario, jamás imaginé que viviría de esto. Yo no soy analista de nada, ni especialista de todo. Soy un simple narrador de la vida que pasa. Mis caudales son las palabras, pero no las de alta investidura, esas que mayestáticas nos ven a todos como por encima del hombro, sino las sencillas como la tierra. Tal vez por eso, me encanta mi oficio de escribidor, porque tengo a mi alcance todas los vocablos que existen, incluso los que aún no se han inventado, esos que pacientes esperan un vuelco de la luz para levantarse a vivir.
Cada día que amanece me despierto incrustado en el asombro, afuera de mi cuarto, la gente va y viene a buscarse la vida; unos a la fábrica, otros a las oficinas, sin embargo, a pesar de todo, me levanto de la cama para asomarme a través de la ventana y observar el inmenso tráfago de las almas, finalmente, lo que hago, no me empuja a la calle, sino al repliegue interior desde donde nace cada frase que imprimo en mi columna.
Francamente nunca imaginé que volvería a publicar en un periódico local, y si estoy aquí, no es ni siquiera por mi propia decisión, sino por la voluntad expresa de Pepe Suárez editor de Líder Informativo, conste que no lo estoy inventando, él me lo dijo durante un encuentro confeccionado por Dorina Lozano Coronado, quien de no poderme ver ni en pintura, luego se convirtió en una asidua lectora y en una amiga cercana a mi corazón, “yo te mandé buscar, quería tener a los mejores y en lo que haces tú eres el mejor”, esa mañana, llevaba la consigna de despedirme del periódico, tal vez para siempre, pero como soy muy educado, tampoco me iba a salir por la puerta del traspatio, así que me apersoné en la oficina de mi jefe para anunciarle mi decisión, ya que había sido ninguneado por Juan José Ruvalcaba en la etapa pionera del periódico, fue entonces que analicé mi situación tan lastimosa en una profunda reflexión y dije: “!a la chingada este pedo!”, y es que ante el inusitado atropello de cortarme las manos para impedirme teclear a voluntad, no había otra alternativa que decir adiós, además, yo que había dejado la comodidad de mi modesto hogar para viajar desde la hermana república crepuscular de la colonia Hidalgo hasta las oficinas de la editorial Fundadores, sin ninguna obligación de checar tarjeta, me alentaba el hecho de volver a escribir sobre los lomos de tinta del matutino que tienen ahora en sus manos queridos lectores, por dicha razón me sentía como si me hubieran despojado de un sentimiento genuino que jamás había experimentado, tal vez porque coincidieron las circunstancias adversas que atravesaba en mi vida profesional, desempleado y sin ningún horizonte promisorio de publicar nuevamente, mi gratitud se duplicó, corrido de El Diario, desdeñado por los demás periódicos, que el anterior director editorial de este rotativo, me hubiera ido a buscar a las puertas de mi casa, me llenó de regocijo, inmediatamente dije que sí, el cielo se me abrió de pronto, por si fuera poca mi buena suerte, además de todo, me pagarían, cuando había estado de “freelance” en Primera Hora donde no duré ni la víspera, ahí Marisol me dio la puntilla para acabarme de aniquilar, claro que sin ser ella la culpable, porque optimista como siempre he sido, le ofrecí mi columna y, tal vez sin reparar en el daño moral que podría causarme, me contestó: “el contador (supongo que se refería a mi amigo Benjamín) ya no quiere columnas”, quizás haya sido un mal momento, la realidad es que en calidad de devaluado cronista social, este Líder Informativo de todos mis quereres me abrió las puertas de su casa hecha de palabras, por eso, cada vez que me levanto y veo pasar a la gente rumbo a sus chambas, me renacen los infaustos recuerdos cuando nadie, ni gratis, me quiso publicar. Gracias Melissa Suárez, Dorina Lozano, Pepe Suárez, David Dorantes, don Juan Pérez Ávila, Juan José Ruvalcaba. Gracias a todos. Dios les dé larga vida y salud entre nosotros. Así sea y así será.
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