No soy fanático futbolero, esa es la verdad, pero, aunque esa fuera mi voluntad, no podría evitar el mediático contagio de la pegajosa publicidad del mentado mundial de Sudáfrica y menos con el sonsonete estúpido de la canción que aúlla la tal Shakira, quien, por cierto, de ser una regordeta de cara redonda, panza abultada, nariz chata, ojos papujados, ahora, gracias a la magia del bisturí se ha transformado en una hermosa rubia de rostro angelical, y ha sido tan radical el cambio que, supongo, habrá días en que ni ella misma se ha de reconocer en el espejo.
La selección mexicana no existe como tal, es decir, no son los jugadores más destacados del país, ni tampoco, Aguirre, que tiene cara de acidez estomacal, es el mejor técnico para dirigir a los voluntariosos jugadores que se sienten más divas que la britni espirs, y eso que el Vasco, tampoco se anda por las ramas para decirles sus frescas a estos buenos para nada, que contra Inglaterra jugaron de regular pa´bajo pero Holanda les dio un baile, y si no les metieron 25 goles, fue nada más porque no les dio su gana, claro que entiendo que el futbol es un negocio, si tampoco soy tan imbécil para no percatarme de que dicho deporte genera más dinero que la industria farmacéutica nacional, que con eso de los medicamentos de primer nivel, las grandes compañías productoras ya se embuchacan a sus codiciosos sacos nomás la pura morralla, siendo que antes esquilmaban al pueblo cobrando las medicinas a como se les daba la gana, claro que todavía, cuando pueden, lo hacen, pero cada vez es menos robo para los ciudadanos de a pie.
La selección de jugadores con Cuauhtémoc Blanco a la cabeza, no está como para presentarse en esas grandes ligas de potencias mundiales, esa es la verdad, pero como los mexicanos nos sentimos representados por esa bola de vagos habilidosos para pegarle a un balón, pues nos emocionamos hasta las lágrimas al escuchar el himno nacional, quesque es el más bonito del planeta, según una encuesta hecha a través de internet, mientras la cámara enfoca uno por uno a todo el equipo, que por hipócritas casi se les resbala una lágrima, pero pasados esos instantes de dicha suprema por estar en esas lides competitivas, nada más es cosa de que empiece el partido, tal como ocurrió contra Holanda, y la descarnada realidad del deprimente nivel futbolístico aflora para tumbarnos a todos los espectadores de un chingadazo del que no volvemos a reponernos hasta que se termina el partido.
Para empezar y para terminar, a ese mundial no deberían de ir los países mediocres, y México es uno de esos que no tendría porque competir contra Italia, Brasil, Argentina o Alemania, nuestra selección podría enfrentarse contra un combinado del Zacatepec, Unión de Curtidores y alguno que otro viejo panzón de la liga municipal de futbol de nuestro globero pueblo, cómo estará de jodida la cosecha de jugadores, que todavía anda ahí el jorobado cucho del Cuau, que corre dos metros y se bofea, luego los inexpertos jóvenes tienen ganas de sobresalir pero les faltan tamaños para realizar la hazaña que esperamos todos los mexicanos, aunque tengo que confesar que, a pesar de que yo sé que no pasarán ni a la siguiente ronda, que los negros sudafricanos se los van a patalear, como quiera me voy a emocionar cuando vea a tantos cabrones baquetones en las gradas del estadio gritando: “Viva México” y la realidad es que nuestro país se está desangrando lentamente, pero mientras nuestra selección se juega el todo por el todo en la cancha, no importa nada, igual si atrapan a toda una banda de malosos que si secuestran a un político de alto pedorraje.
México es futbolero tanto como guadalupano, lo único que pedimos los desgraciados televidentes, es que no narre ningún partido el Perro Bermúdez, porque además de que destroza el idioma, no se le entiende nada, y que si de verdad existe una comisión reguladora de las buenas costumbres en gobernación, que lo encierren donde las arañas hacen su nido, por lo menos, el mes que dure el mundial. Ya dije.
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