Digan lo que digan, la percha tiene mucho que ver en el éxito, está comprobado que de dos personas que acuden a solicitar empleo, si tienen más o menos el mismo respaldo educativo para desempeñar determinado puesto, eligen a quien tiene mejor imagen, pero es lo mismo en todos lados y a cualquier nivel, incluso, las mamás que en teoría tendrían que amar a sus hijos por igual, siempre eligen a su favorito por su apariencia física, y no digo, no, que a los feos los ahoguen en la taza del baño, pero inevitablemente, la guapura es una tarjeta de presentación que abre las puertas de cualquier sitio.
Los empresarios, a menos de que la prueba de eficiencia se las haga su suegra, realizan un casting para que su secretaria sea lo más guapa posible y si no saben escribir en taquigrafía, que ya ni se usa, no importa, con que tenga buenas piernas y abra bien los ojos, eso es más que suficiente para darle el contrato, pero eso no tendría nada de raro, ya que es parte de nuestra naturaleza humana, son genes que han ayudado a la supervivencia de todas las especies, miren ustedes, a los ricos, que hay unos más feos que un ahogado flotando tres días en el río Bravo, se casan con puras bellezas de calendario, en el pueblo hay ejemplos claros de ello, en especial un viejo chaparro, con cabeza de gorila hidrocefálico, patizambo, con cara de boxeador retirado contrajo nupcias, y ella se aguantó la náusea, con una de las mujeres más bellas y elegantes del pueblo, claro que muy pobre, por eso se vendió al mejor postor.
Las mujeres ricas también tienen su historia y como sus papás son alcahuetes, pues ellas escogen al más guapo para casarse, claro que al poco rato los susodichos se cansan de vivir de una pensioncita mensual que el viejo codo de su suegro les otorga con lo suficiente nada más para que no se mueran de hambre.
En la política ocurre más o menos lo mismo, imagínense a la Gorda Paredes como candidata presidencial, con su cara tapizando todas las bardas, paredes, postes y espectaculares de todo el país o a Elba Esther Gordillo en spots día y noche en cadena nacional, el pederasta corazón del Padre Maciel nos agarre confesados a todos de semejante martirio peor que el que le dieron a san Sebastián, del único caso de ese tipo del que se tiene memoria en nuestra vernácula polaca, es el de Gustavo Díaz Ordaz que estaba más feo que un mandril con diarrea, pero este por lo menos, era despiadado en una época en la que la fuerza mandaba sobre la mesura y la inteligencia, un día, en una burla de su propia fealdad, al leer uno de esas mantas lambisconas mandadas a hacer por el cacique del pueblo: “Tehuacán con Díaz Ordaz”, el todopoderoso hombre comentó: “ha de saber muy feo”.
La belleza física es una forma explícita de halagar la vista de quien la observa, por eso, un feo, con cara de satisfacción, suele declarar: “por ver no se cobra” aunque luego de paladear la mirada con una mujer hermosa, llegue a su casa a encontrarse con la gorda cuerpo de masacote de su vieja, pero ya no importa, el milagro ya está hecho, en su yo interno, bien sabe que Jehova de los Ejércitos si sabe hacer bien las cosas, lo único malo es que de la repartición del dinero, a él le tocó la morralla y con una firulilla no le alcanza para comprarse una esposa guapa con cara de rosa y cuerpo de diosa.
Yo, nunca he tenido problemas con la guapura, gracias a mi Diosito lindo que desde joven he estado de buen ver, aunque ahora de viejito, he madurado como los buenos vinos, y siempre he tenido muchos halagos por mi galanura, prestancia y distinción, es cierto, soy elusivo para cumplir determinadas invitaciones, porque tampoco me gusta ser caviar de todos los cocteles, así que no me mosqueo demasiado en público para darme a desear
Hace un par de días, una seguidora en Twitter, me dijo: “si ser guapo, fuera pecado, usted no tendría perdón de Dios”. Yo, aunque me condene, la verdad, no la quise desmentir.
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