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martes, 20 de abril de 2010

Joaquin Sabina

A Sabina, en lugar de aplicarle el 33, el presidente Calderón lo invitó a comer. Lo malo no es que lo haya recibido en Los Pinos, ni que, de nuestros impuestos, haya pagado las viandas que paladeó el cantautor español, que le dijo “ingenuo” por la sangrienta lucha que enfrenta contra los malosos que asuelan nuestro territorio nacional, sino que, luego de eso, cualquier hijo de vecino con ínfulas de vedete, podrá venir a decirle sus frescas al máximo representante de nuestra soberana nación, lástima que a la oficina de relacionales internacionales de Los Pinos, no se le hubiera ocurrido la idea de invitar al rey de España para que le dijera al compositor de: “nos dieron la una, las dos y las tres…” “porque chingaos no te callas pendejo”, bueno, eso sería, en una adaptación libre de costura periodística a la mexicana, la realidad es que Don Juan Carlos sería incapaz de cometer un dislate de ese tamaño como cuando le gritó al DictarHugo Chávez ante los asombrados ojos del mundo.
Yo no sé, si Felipe Calderón sea admirador de Sabina o lo invitó nada más para conocerlo, pero siendo lo que es, un cantantillo borracho, que tuviera los huesos bien puestos para decirle en su cara, lo que pensaba de su labor como mandatario de los mexicanos, pues no nos queda de otra que aceptar que los extranjeros, en su calidad de turistas, pueden venir a opinar respecto a asuntos neurálgicos de nuestra nación, y conste que no quiero emular a los consentidores suegros ricos de sus yernos mantenidos, que son como los granos en las nalgas, no los pueden ver, pero no quieren que nadie se los toque, en este caso, no es así, ya que no me ciega mi acendrado nacionalismo, pero tampoco es cosa de celebrar que un invitado a nuestra casa, venga, se lleve una buena tajada de pesos, coma en nuestra mesa, se beba nuestro mejor vino y todavía, el tal por cual, se mee en la maceta de la sala.
La encantadora presidenta ¿o es presidente?, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) Chelito Sáizar que más bien tiene tipo de directora machorra de una escuela de Educación Especial, fue la encargada de darle raid a Joaquín Sabina, según reporte de uno de mis múltiples corresponsales en la muy Noble y muy Leal ciudad de México, ambos personajes llegaron a la puerta cuatro de la residencia oficial de Los Pinos poquito después de las dos de la tarde, pero no quisieron dar ninguna declaración a los reporteros, primero porque ninguno de los dos está para andar dando rostro a las cámaras, si Joaquín tiene cara como de sobaco de elefante y ella, que siempre anda de cara lavada, bueno, eso supongo, no es ninguna beldad digna de una fotografía de portada ni para la edición vespertina de “El Alacrán”.
Dicen que el mariachi de la secretaría de Marina estuvo ensayando allá por la cabañita que mandó construir Chente a Marthita hasta que no se aprendieron los acordes de: “nos dieron la una, las dos y las tres, claro que en el carnet musical se incluyeron varias de José Alfredo, entre ellas, El Rey, que no me refiero a su majestad español, sino a la canción mexicana más ejecutada alrededor del mundo, y ya entrados en gastos, también extendieron la invitación a Tania Libertad que parece que se comió a toda su familia, porque está bien repuestita, aunque fue requerido un pétit comité, si les alcanzó el presupuesto para requerir la presencia de nuestro nunca bien ponderado secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont, quien luego de compartir el pan y la sal, y una que otra garnacha con tan ilustres huéspedes, declaró: "Él lo único que dice es que ser ingenuo significa tener capacidad de la esperanza y de seguir peleando aún en aquellos casos donde los espacios para esperar y reaccionar y defenderse se reducen" y Sabina antes de treparse al carro que lo alejaría, tal vez, para siempre, de Los Pinos, dijo: “El ingenuo era yo”. Que alguien le diga que mejor se calle. Ok. Yo también ya me callé.

1 comentario:

Unknown dijo...

Mera:
Se les paso de ingenuos a estos no crees...y a ti ...ya te invitaron a decirle sus verdades