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lunes, 12 de abril de 2010

Hijas desobedientes

En el pueblo jamás me asomo a la nota roja, para qué, si en la colonia Hidalgo abundan los malandrines y aquí nací, así que nada me asombra de lo que se publique en dicha sección que destila sangre, claro que no voy a hacer apología de la violencia, pero todos los grandes atracadores nacieron por mi rumbo, pero de eso no tratará mi columna de hoy, sino de una nota que me dejó patidifuso al momento de asomarme a la información, resulta que tres hermanas celosas por el arrejuntamiento de su papá con una mujer, decidieron por sus polainas, que le darían un escarmiento ejemplar a su progenitor, la historia es como sigue, naturalmente que no incluiré nombres, que tampoco me corresponde ventilar las ajenas vidas en esta moralina Guillotina, resulta que a las chicas les pareció impropio que su sacrosanto papá, luego de la muerte de su señora esposa, en este caso, mamá del trío infernal, se fuera a vivir con una mujer de no malos bigotes, ya se sabe, lo que se dice, que los hombres mexicanos nos dejamos el mostacho para parecernos a quien nos procreó en su vientre, las chicas montaron en cólera, y eso que el caballo ni quería, así que se pusieron de acuerdo con un grupo de amigos para que le pusieran una madriza al mancornador, solamente que los aprendices de sicarios advirtieron a las muchachas: “si se pone al brinco, lo vamos a matar”, y las hijas desobedientes, les contestaron: “por nosotras mátenlo, no se merece otra cosa el viejo jijo de su chinflada madre”, digo, tampoco era para tanto, que el hombre deseara estar con una señora, aunque quizás se le fue la mano con eso de que a los pocos días de fallecida la enferma se le ocurrió arrejuntarse con la otra, mi tía Ramona que en paz descanse, decía que los hombres son tan cabrones que con un ojo están viendo como entierran a su esposa y con el otro, a ver con quien se van a acostar esa noche, pues para no hacerles el cuento largo, las chicas súper vengadoras les pagaron a los tipos para que atacaran a su papá, lo malo es que la jugada les salió mal a todos los involucrados y la policía de Monterrey que en todo está, menos en los asuntos espinosos de la inseguridad que asuela a esa vilipendiada urbe, descubrieron el margayate y ni tardos perezosos aprehendieron a la gavilla de bandidos para ponerlos detrás de las rejas, luego que todo confesaron su delito, hasta las hijas están en la cárcel, porque hasta donde se supo, el progenitor, tenía sus centavitos en su casa y aprovechando la confusión, como parte de su botín, tomaron el dinero de la caja fuerte que ascendía a cien mil pesos, cantidad que se gastaron en alcohol y en sexoservidoras, pero esta historia no sería tan macabra como patética si no fuera porque es un asunto de herencia y no de dignidad familiar, claro que no es cuestión de moral, si ya se sabe que en estos tiempos que corren poderoso caballero es don Dinero, en Laredo han pasado cosas parecidas, digo, no al grado de la violencia, pero si con matices de vendetta italiana respecto a hijas que han reclamado a su padre sus amoríos con mujeres jóvenes de la vida galante, sin importarles los sentimientos de su anciano padre, a ellas lo que siempre les ha interesado es que nadie merme su cuantiosa fortuna, que la verdad ya no es tanta, pero no desean que la despilfarre con pirujillas de quinta categoría, lo que a los conocidos del señor no les parece justo, es que si él se chingó a trabajar para acumular sus riquezas, no lo dejen, esta ronda de arpías, gastarlo en lo que se le hinchen las ganas, además, ya se sabe que los muertos solamente se llevan un puño de tierra, y a veces ni eso, porque los queman a fuego lento, así que si el agente aduanal quiere tirarlo o regalarlo, es su dinero, pero en estos asuntos familiares, cada quien lo resuelve a su manera, espero que las niñas de Monterrey recapaciten y dejen a su papá vivir como le apetezca, porque hasta eso, el hombre no levantará cargos en su contra, ha dicho que los hechos en su contra fueron provocados por los celos de sus hijas, y que él las perdona, éste viejo burro, está igual que las pirujas de poca monta, que cuando no se las madrea el padrote sienten que ya no las quiere.

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