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lunes, 5 de abril de 2010

Día de la Coneja

Las fiestas son para los niños, a los adultos nos toca organizar todo para que ellos se diviertan. Esta columna la redacto entre el barullo de los huercos que prácticamente han asaltado la casa familiar. De verdad me asombra el dinamismo de los chamacos, que no tienen punto de reposo ningún momento del día y menos en el desarrollo de una de las reuniones más importantes del año.
Tengo que confesar que mí nunca me ha gustado andar en los terregales, me pone de malas el sol y la levantada temprano, además, ya se sabe que los borrachos amanecidos son una plaga en las pésimas carreteras de nuestra región, si de por sí, andar en las brechas que conducen a los ranchos, es un deporte de alto riesgo, por esa razón, preferí quedarme en la casa y nada más cruzar la calle para disfrutar del aire fresco de la plaza Libertad, además fue buena elección ya que los niños de la familia se la pasaron de lo más divertidos quebrando cascarones pintados de colores.
La plaza Libertad (antes miada) se vio atiborrada de gente, aunque no durante todo el día, y es que el solazo estaba derritiendo el cemento, también es que no hay una sombrita gorda en ningún lado, así que la gente, que tampoco tiene alma de faquir ni corazón de lagartija, esperó a que se metiera el astro rey para salir a disfrutar del domingo de la coneja, eso sí, ahora si instalaron baños portátiles, y eso me dio mucho gusto, porque por lo menos tomaron en cuenta a mi barrio para dar mayores comodidades a los vecinos y visitantes.
Nadie sabe las razones exactas por las que empezó a celebrarse el Sunday Easter en nuestra ciudad, yo me acuerdo de este domingo familiar, desde siempre, es más, creo que era un niño de brazos y ya mi amá andaba en las mismas que ahora mis hermanas y sobrinas, comprando canastitas inútiles con dulces llamativos, pero que los huercos disfrutan como si fueran pepitas de oro envueltas en papel.
Los puristas de las tradiciones meshicas se rasgan las vestiduras cada que algún reportero les pregunta acerca del día de la Coneja, diciendo puras pendejadas, que no es una fiesta mexicana a la que nadie debería rendir honores como si las reuniones familiares en cualquier parte del mundo requirieran de excusas válidas para llevarse al cabo, francamente esas son ganas de estar jodiendo, en fin cada quien quiere llevar agua a su molino, yo ni la lucha le hago ya que ni molino tengo, lo bueno es que estos predicadores de nuestras arraigadas costumbres no han logrado sus aviesos propósitos de nulificar las intenciones de festejar un domingo lleno de gritos alborozados de los niños, de olores santos de la carne asada y muchas cervezas bien muertas.
Antes de que la ciudad se convirtiera en un campo minado, había mayor libertad para salir con tranquilidad a cualquier lado, ahora, la verdad, da miedo asomarse más allá de la cuadra en donde uno vive, por lo menos, ahora no hubo, como el año pasado, raptos violentos en la plaza, no sé si se acuerdan que más o menos por estas fechas, les anunciaba en esta misma columna, que había habido un connato de tiroteos, la verdad no se oyó ningún disparo, pero luego se supo que era una falsa alarma, lo que ocurrió es que de una trocona del año se habían bajado unos malosos con caras de pocos amigos para amenazar a la señora que vendía tostadas con chile, quesque porque le había caído gorda a uno de los gatilleros, lo raro es que todos los que deambulan por esta calles de la colonia Hidalgo son conocidos de toda la vida, aún esos que dicen son los malvivientes, en fin, este día de la Coneja estuvo de antología, yo, aunque no lo crean, queridos lectores, soy excelente cocinero y preparé ensaladas, pastas frías y bebidas de todo tipo, espero que ustedes la hayan pasado rodeados de su gente disfrutando de un excelente domingo, además, por si fuera poco, mi hermana Ana, que ya cumplió 40 días de trasplantada se restablece poco a poco con la ayuda de Dios y la intercesión de san Judas Tadeo

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