Es un hecho, el cigarro ha matado a más gente que cualquier guerra, incluso que todas las pestes juntas, ni siquiera el hambre ha sido capaz de exterminar a tantos en tan poco tiempo, lo raro es que, a sabiendas, hombres, mujeres, y ahora niños, continúan en su persistente vicio de echar humo a cualquier hora del día.
A mí me gustaría fumar, pero no soy proclive a vivir atado a nada, ni siquiera a ese silencioso asesino que de tirada en tirada, te va endureciendo los pulmones: Dicen los que fuman que te da cierto caché, que al encender un cigarrillo se siente como los reflectores de la sociedad civilizada se enfocan en los gestos estudiados de succionarle con fruición al filtro, algunas damas, las más cursis, hasta les ponen boquillas y otras, las más nacas, los guardan en cigarreras estorbosas, la verdad es que las mujeres se ven horrorosas con su cigarro en la mano, digo, si yo fuera su papá, se los tumbaría de un madrazo, además, en ellas, el mal hábito, se nota en los dientes, y sobre todo, en que se les apesta a humo la ropa y el pelo, conste que no quiero ser cabrón con las viciosillas, pero lo más detestable, es que luego de la primera fumada del día, les queda el aliento de cenicero y la jeta como de viejita binguera con colitis.
Antes, muy antes, no se fumaba tanto, esa es la verdad, había uno que otro sonso ladeado que se echaba un cigarro de “carita”, pero de repente, de la noche a la mañana, de un martes a un viernes, todas las grandes estrellas del cine, empezaron a fumar en húmedas escenas de enorme placer sexual, ellos; de impetuoso dominio sobre una situación de peligro, ellas; voluptuosas, sensuales, pecadoras sofisticadas en una época en la cual las mujeres no tenían ni siquiera el derecho al voto, así que el mal ejemplo cundió como la roña y ahora, según datos fidedignos de mi tía Eufemia, nueve de cada diez de sus amigotas son fumonas, y adivinaron ustedes, asiduos fans, la única que no fuma es mi sacrosanta parienta, es decir, que la estadísticas no mienten a nadie,
Tal vez les parezca muy raro, queridos lectores, pero es cierto, que luego de que tantas veces se ha asociado el hecho de fumar como una muestra de satisfacción, es muy común, escuchar decir a alguien: “luego de un taco, un buen tabaco”, o ya que se echaron el obligado de la semana con la vieja de siempre, prender un cigarro es como el colofón de la amorosa noche, y ni modo que eso venga incluido en nuestros genes, esas malas mañas las hemos aprendido a través de generaciones, lo peor es que la mayoría de los fumadores empedernidos se mueren de lo mismo, entre dolores intensos con un enfisema pulmonar que los convierte en bolsas tóxicas repletas de nicotina y yo he sabido de casos patéticos, en el que los enfermos aún en fase terminal, casi estirando la pata, piden un cigarro con ademán convulso para satisfacer a su minado organismo.
Las tabacaleras son un negocio multimillonario alrededor del mundo, dicen que todas esas empresas se echan a la bolsa una tajada grande de los ingresos per cápita de los ciudadanos, así que, no van a dejar de ganar tantos centavos, nada más porque a algunos viciosos les ha dado por morirse en racimos luego de fumar como locos durante 50 años, claro que ya se han hecho “reformas”, pero han sido tan absurdas que en lugar de reducirse el consumo se ha aumentado, por ejemplo no se permite fumar en espacios públicos cerrados y ya, esa es toda la reforma que se les ha ocurrido, también le pusieron un impuesto más alto, o sea que en lugar de ayudar a los viciosos a que dejen de fumar, les dan a ganar más dinero a los infames productores, en fin, es cierto que cada quien cava su propia tumba, pero por lo menos deberían de dejar de pasar tantos comerciales de cigarros, digo, si fueran tan bonitos como los de Marlboro, no habría problema, además, siempre hay pendejos como Manolo el gallego, que obligó a la televisión de su pueblo a dejar de transmitir los anuncios, porque compró todos los caballos de la región y dejó a pie a todos sus vecinos paisanos. Ya dije.
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