Noviembre me gustó pa’que te vayas… si, ya sé, si tampoco
soy tan torpe para no percatarme de que la canción de José Alfredo se refiere a
Diciembre, pero como soy poeta y en el aire las compongo, me he dado la
licencia de cambiarle el mes, y es que, entrando estos días de harto viento, de
flores en el panteón y de aromas a fritangas en la atmosfera, se me viene de
inmediato la nostalgia de que ya pronto sea Diciembre para estar al lado del
fogón hogareño de mi sacrosanto refugio herencia de mis abuelos Pancho y Lena,
y no crean, queridos lectores, que es una casona solariega, pero en este
espacio reducido, todavía es fecha en que se reúnen todos los integrantes de mi
familia tribal, vienen en busca de los olores del hogar que los vio nacer, es
una casa llena de luz que con sus cálidas remembranzas arropa a todos los huérfanos
de doña Juanita, que somos muchos, a los que no se nos puede olvidar ni un solo
día que tuvimos el privilegio de gozar de sus tiernas manos de sabrosura de
alquimista ancestral, y es que, mamá guisaba tan rico, que lo que hiciera, así
fueran unos frijolitos llorones apestosos a chorizo con tortillas de harina,
nos sabían a gloria, la única de mis hermanas a
la que le gustó la cocina, es, precisamente a Ana Lilia, a quien, de
tanto mencionarla en esta columna, ustedes, queridos lectores, ya la conocen,
solamente que sus intermitentes estados de salud, le impiden estar en la
estufa, hace unos días, yo, con mis dotes de cocinero simple, de echarle un
puño de esto, una pizca de lo otro y mucha paciencia, a veces, por hacerle
sentir mi amor a mi carnalita, de pronto, hago un guisadito de algo sencillo,
pues, el lunes, quizás como un eco de los ecos del tránsito de mi amá por esta su
casa en la que disfrutó y sufrió de sus días, hice una sopita de pollo con
puros huesos, pero me quedó tan sabrosa, que a Ana, tal como a mamá, de pura
nostalgia y dicha, le lloraron sus emocionados ojitos operados por el eminente oftalmólogo
neolaredense Dr. Braulio Peña Pimentel, a quien, en esta familia le prodigamos
tanto cariño como si también fuera hijo de doña Juanita y por ende, nuestro
hermano, porque gracias a él, a sus influencias de amistades, muchas veces, se
han atendido las dolencias de todos mis parientes, mamá, que no era una mujer
de carácter fácil, ni dócil, ni tierna, decía de Braulio que era un ángel bueno
y siempre le mandaba sus bendiciones y le prendía su veladora… “para que al “dotorcito”
le vaya muy bien y tenga muchos pacientitos”, lo malo de que sea nuestro médico
de cabecera es que nunca nos ha cobrado un solo centavo, pero lo más
extraordinario de todo, es que Braulio nunca se ha quejado de nuestro abuso, al
contrario, desde que lo conozco, y lo conozco desde hace más de veinte años,
jamás ha hecho mención de su generosidad, naturalmente que las bendiciones le
han llegado a él y a su distinguida familia, a doña Coco (Georgina) Pimentel
viuda de Peña, a sus hijas Laura Peña de Canales y a Claudia Peña de Guarneros,
a sus hijos Oscar y Hugo, en fin, ya ven, asiduos fans, que no soy yo el que
escribo, sino que, como buena generala, doña Juanita me dicta lo que a ella se
le hinchan las ganas que diga, hoy es domingo, así que, por favor, no salgan
mucho a la calle, y mejor quédense en sus casas para que se pongan a asar un
huesito, no vaya a ser el diablo, que les vaya a tocar la de malas y tengan
algún percance, yo, a estas horas, supongo, que estaré bien ebrio pisteando con
mi cuñado Elías para celebrar el hecho de que su esposa Ana Lilia ya esté bien
de salud, atendida por el Dr. Eduardo Dozal Carrillo famoso traumatólogo del
pueblo, y si no tuviéramos esa excusa, como quiera celebraríamos con unas
indios bien frías, el pretexto siempre es lo de menos, el chiste es pasarla
bien para distraernos de la cotidiana costumbre de no hacer nada. Feliz
Domingo, y abusados, asiduos fans, no se pongan en el tocadero. Ya dije.
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