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miércoles, 16 de noviembre de 2011

Entre abogados te veas


No me pregunten ni como fui a dar a la oficina sede de la Barra de Abogados de Nuevo Laredo, pero allí estaba siendo testigo de una abrupta toma de las instalaciones, no sé cómo se diga, supongo que es una especie de quema de brujas para destituir a un indeseable, pero por más que le doy vueltas al asunto, francamente, aun no acabo de entender a cabalidad las razones de la runfla de abogados gordos y viejas mitoteras para hacerlo de una manera tan burda, ni que la presidencia de tan chabacana institución resultara un apetitoso botín para cualquiera de los que arengaban contra Manuel Galván Almendarez actual líder de los gestores de la ley, digo, si fuera a nivel nacional, a lo mejor valdría la pena, pero es que todo el sainete fue tan soez, que con perdón de las verduleras, ni siquiera ellas hubieran sido capaces de protagonizar una escena tan bochornosa, lo peor no fue eso, sino que en el medio de la trifulca se encontraban varios viejitos que luego de haberse embarrado en estos vergonzantes hechos ya nadie les podrá adjudicar lo de “venerables ancianos”, no me asusto de nada, pero ellos que en la teoría tendrían qué hacer uso de las leyes y no de la fuerza, se han puesto en evidencia ante la opinión pública, aunque la verdad es que varios de esos que andaban en el bochinche, son leguleyos con más saliva que conocimientos, es decir, son discutidores profesionales de cantina, de esos que al son de Jalisco no te rajes, cuando pierden dan el manotazo para arrebatar, qué les costaba esperar unos días más para que concluyera el mandato de Manuel Galván, si yo crucé dos palabras con un testigo de los deleznables acontecimientos y me aseguró que su gestión terminaba en los primeros días de Diciembre, Esperanza Almanza, vecina del barrio de toda la vida, declaró ante propios y extraños: “es la casa de nosotros los abogados”, pues que me perdone tan distinguida litigante, pero yo no voy a desmadrar mi pobre hogar agarrándolo a patadas y quebrándole las puertas, a estos indignados abogados, nada más les faltó que llevaran antorchas como el pueblo sublevado para derrocar al tirano, qué pena, que yo, sin tener vela en el entierro, tuviera que haber presenciado lo que vieron mis ojos, lo peor de todo, fue cuando la infame turba de abogadas aves quebró los vidrios de la puerta, que eso no se hace ni siquiera cuando hay un incendio que se pueda sofocar con un chisguete de agua, con la entrada franca, los abogados, incluso los gordos, se metieron al local para sesionar, al poco rato, llegaron varios jeeps de soldados, que en lugar de andar vigilando esas calles de Dios, se apersonaron para apaciguar los ánimos, pero en viendo que se trataba de un vodevil de carpa barata, más tardaron en llegar que en irse, en fin, que todo tiene solución, si los abogados borloteros y alzados están convencidos de que el zafarrancho que armaron en plena vía pública, sin ningún asomo de pudor, es de beneficio para su barra, que le sigan por ese rumbo, que al cabo si se van aniquilando entre ellos en guerras intestinas, nos quedarán menos en el globero pueblo para que nos sigan defendiendo con sus compadres los jueces, a veces, sólo a veces, me dan ganas de mudarme a otra ciudad, pero estoy tan encariñado con mi barrio, me gustan tanto las carnes asadas, los lonches de El Popo, los tacos de caballo, las hamburguesas Río, los lonches de Salazar, las milanesas oreja de elefante del restaurante Mary’s que está por la González a media cuadra de El Diario, las tostadas de La Siberia, y sobre todo que no he perdido la esperanza de que nuestro ámbito corrupto se sacuda el estiércol, solamente que este acto apto para un circo de tres pistas me apaga el entusiasmo y me fractura el alma, y ni modo que digan qué lo hicieron empujados por su inexperiencia, si entre toda la bola de abogados soflameros se juntaban más de dos mil años de andar meneando la constitución. Ya dije.

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