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jueves, 28 de octubre de 2010

"Jalouin"

Tengo que ser honesto y decir que el cambio de horario, me da igual, ya que como quiera siempre me levanto con la fresca de la tres de la tarde, jodidos los que se tienen que parar a las cinco de la mañana para irse a la chamba, la verdad es que nadie ha demostrado con claridad objetiva que los mentados horarios de verano y de invierno, realmente sirvan para algo, claro que en sus magistrales conferencias de prensa se refieren a los logros globales que si se ahorra quien sabe cuánta energía no renovable, quesque el calentamiento global, pero eso, a los ciudadanos de a pie, no nos dice nada, porque el otro día, platicando con mi tío Crisanto, me preguntó: “oye mijo y qué eso del calentamiento global” y yo, pues para lucirme con el venerable senecto que tiene la cara como verija de cucaracho, le contesté que era algo así como que se “rrediten” los hielos de los polos y hace muncha calor en todos lados, por eso la naturaleza anda toda zurumbata, mi sacrosanto pariente puso cara de: “sacate a la chingada” y se fue a su casa, es que la verdad nadie entiende ninguna explicación.
Hoy, si ustedes están leyendo esta columna a las once de la mañana, yo todavía ni me levanto, pero lo que quiero explicarles, es que desde ayer, bueno desde hoy, a las dos de la madrugada, tenían que haber atrasado una hora sus relojes, pero todavía están a tiempo, bueno a destiempo, sólo que si tenían una cita, ya se les está haciendo tarde, acuérdense que si para los americanos: “taim is moni” para los mexicanos el tiempo es vida, así que mejor no anden robándose la vida ajena, también es cierto que, aunque es lo mismo cada año, no toda la gente termina por acostumbrarse a que el gobierno decida la hora en que habremos de levantarnos.
Lo bueno de todo esto del cambio de horario, es que esta noche es “jalouin” y aunque los defensores de nuestras chabacanas tradiciones, que ni nuestras son, sino de otras regiones de México, se ponen en contra de esta fiesta gringa que nosotros hemos adoptado como propia, claro que haciéndole unos pequeños arreglos o como dicen los costureros literarios, una adaptación libre, ya que en lugar de decir “treakortreat”, para pedir dulces, los huercos gritan: “trikitriki” y como quiera la gente que no es coda les da sus golosinas, es decir, es una buena excusa para que los niños sean felices, además, ya lo he dicho en otra ocasión, estos festejos son para los chamacos, a los adultos solamente nos queda ser espectadores para que vigilándolos los cuidemos para que nada malo les pase.
Mi tía Chole es muy generosa con los huercos que van a tocar la puerta de su casa, les da dos colaciones, un chupirul, un tamarindo de a peso, cuatro cacahuates y una naranja que parece limón, pero el chiste no es la cantidad de dulces que se repartan, sino que todos participemos de la fiesta de disfraces que digan lo que digan los amargosos detractores del “jalouin” sigue siendo una lucida comparsa que adorna las calles y alegra a los niños.
Antes de finalizar la presente columna, quiero agradecer a nuestro carismático alcalde Ramón Garza Barrios y a su jefe de Obras Públicas, porque ya arreglaron las lámparas de la Placita Libertad (antes miada y nunca más será la plaza Oscura) han de perdonar el gorro que puse a través de mis constantes avisos a través de esta Guillotina, pero es que me daba pena que no pudieran salir a orearse los niños del barrio por el temor fundado de la galopante violencia que nos asuela, en fin, nobleza obliga, y es justo que, así como les eche carrilla durante varias semanas, ahora, haga el comentario de que la placita Libertad ya está llena de luz.

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