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martes, 5 de octubre de 2010

El frío

Ya se nos vino el entretiempo, ahora, las mañanas han estado frescas y las noches frías, aunque la tardes han estado tibias, pero no es nada, comparado con los calorones que se sentían hace apenas unas semanas, no sé si les he comentado que soy un bebedor compulsivo de café, parezco anciano octogenario, un día, me lo dijo, don Luis Olloqui, ya no tomes tanto, que te vas a volver un viejito mión como yo, pero nunca hice caso de las advertencias, claro que no soy Balzac y no he tomado 50 mil tazas, sin embargo, me puedo echar entre pecho, espalda y bofe, unas cuatro jarras de café Maxwell especial para los veladores, hay días en que termino con pulso de azucarador de churros, mi sacrosanto padre que nació un bendito Año del Señor de 1931 va a traerlo al “eichibi” de Laredo, Texas, no porque sea malinchista, si amo a mi país con todas las entretelas de mi molleja cardiaca, pero es que aquí, el kilo de café chiapaneco, cuesta 300 pesos, y no me dura ni la víspera y el colombiano vale 80 pesos, casi ocho dólares, así que prefiero el que me cuesta barato, además, es muy rendidor y pues con este clima tan benévolo, ya no sudo la gota gorda cuando disfruto de mi brebaje misterioso, dicen los que saben, que sus orígenes vienen de África, cuentan que un pastor que arreaba sus chivas, no comprendía porque sus animalitos, se le ponían bien lurias y no hallaba a qué echarle la culpa, así que las vigiló bien, y se dio cuenta de que le entraban duro y macizo a unas pingüicas rojas, el resto ya es historia, tampoco voy a explicarles cómo se las ingeniaron para hacer del café lo que ahora es, si mi columna no es para enseñar nada, sólo para entretenerlos un ratito, les confieso que a veces me gustaría ser más informado, pero el tiempo no me rinde nada y me he vuelto bastante haragán para leer, bueno, en mi descargo, les diré, que a pesar de que mis ojos son muy pizpiretos, ensoñadores y guapos, no me sirven para una chingada, ya que sin mis lentes de contacto, no veo más allá de mi nariz griega, por tanto, mi creciente miopía, me impide asomarme a los libros que tengo por montones en mi estupenda casona señorial de dos cuartitos.
El clima está sabroso como para tomar cafecito chopeado con una concha o con uno de esos bisquetes que preparan en Marla, que dicho sea de paso, Laura Zárate jamás se ha dignado a invitarme a alguno de sus negocios, y conste que no quiero gorrearle nada, pero me gustaría cortar una flor de su jardín, además no creo que se vaya a gastar tanto conmigo, si no como mucho, ya que a pesar de que el tiempo no pasa en balde, sigo siendo flaco, pero no por asuntos insondables del Espíritu Santo, sino porque me prohíbo todas las delicias gastronómicas regionales, si me engullera todas las tortillas de harina que se me antojan, ahora sería un viejillo seboso, tortuoso y panzón, claro que a veces me gustaría entrarle con fe a todas las garnachas, pero luego, me acuerdo de que estamos en un país muy discriminatorio hacia las minorías, sobre todo en una época en la que todo mundo tiene que ser delgado para evitar que lo tachen de la peor ralea, los únicos que tienen permiso del pecado de la gula son los sacerdotes, que no conozco a ninguno que sea una varita de nardo, pero como ellos son los que otorgan las indulgencias y los que tienen las llaves del cielo, pues pueden ser gordotes sin que nadie les recrimine su proceder, en fin, pues ya se nos vino el fríecito encima, lo bueno es que bajarán de precio los cuentones de la luz, lo malo es que no será por mucho tiempo, ya que en cualquier momento tendremos que prender los calentadores y a cómo está el precio del gas, prefiero pagar a la CFE que a Repsol, que esos gachupines son bien rateros, pues nada, a cuidarse de los cambios bruscos de temperatura, sobre todo los huercos y los viejitos, que son los más vulnerables a los “nortazos”. Ya dije.

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