Ahora resulta que Nuevo Laredo es como Tangamandapio de Jaimito El Cartero, nada más falta, que los defensores a ultranza de los encargados de nuestra seguridad, digan que no es cierto lo que ocurre entre las sombras, pues con todo el debido respeto que se merecen, están faltando a la verdad, ya hasta parecen discípulos de Jacobo Zabludovsky que por lo visto también le heredó las mañas al “teacher” López Dóriga que dicho sea de paso, a su vez, fue jefe y maestro de Javiercito Alatorre, así que ya sabemos de donde proviene la corrupción espiritual de los dos telenoticiarios nacionales, que aunque ya no ejercen la técnica del nefando Goebels porque ya no pueden ocultar el sol con una noticia falsa repetida, aún así, como los gatos, le echan tierrita a algunas notas que no pasan la censura oficial de los intereses creados por el departamento de ventas de sus respectivas empresas, y en pantalla, fingen demencia.
Con el tema de la violencia paisana patente en dos bochornosos casos; uno, el de las niñas perdidas en la zona de tolerancia y el otro, el asesinato del padrecito texano, algunos colegas, desgarrándose las vestiduras, han defendido la honra de nuestro vilipendiado pueblo, y claro que eso se valora muchísimo, siempre y cuando, sea verdad, porque luego las palabras suenan huecas, como si se gritara adentro de un tambo de la basura, y a mi, que nací aquí, que mis padres, abuelos y bisabuelos le arrancaron vida a este desierto, no me ciega el amor a la tierra de mis muertos y de mis vivos, eso se lo dejo a las madres que no tienen otra alternativa que defender a sus adorados retoños, como lo hacía doña Cuquita, una vecina de toda la vida, que ya está empujando margaritas, a la cual, pobrecita, todos sus hijos le salieron, unos, malandrines y los otros, bien cabrones, así que a cada rato caían en la cárcel, y cuando llegaba la patrulla por algunos de ellos, decía: “son mis hijos y aunque sean los peores criminales, yo como quiera los voy a defender”, así son estos periodistas, que ven la tempestad y no se hincan, además, si Nuevo Laredo ya estuviera tranquilo, ya hubieran regresado al terruño, algunos empresarios “amorosos” de la democracia, de la libertad de expresión, de las mejores causas de los ciudadanos y varios políticos que tranquilamente ven llover y no se mojan, porque viven bajo el cuidado de las autoridades texanas y si les ocurre alguna contingencia, solamente marcan el “nainuanuan” a sabiendas que el auxilio les llegara de inmediato, pero ya se sabe, lo que se dice de los primeros que se bajan del barco, estos masiosares son como el Papa en turno, que predican la vida eterna y pretenden emular a Teresa de Ávila, la santa mística: “Aquella vida de arriba/es la vida verdadera;/hasta que esta vida muera,/no se goza estando viva./ Muerte, no me seas esquiva; /viva muriendo primero,/que muero porque no muero, pero por si los “flies” ( o sea por si las moscas) los vicarios de cristo se protegen con un coche blindado, así ni como creerles, pero como los jodidos siempre son los pobres que en sus bienaventuranzas, Jesús, dice que de ellos será el reino de los cielos, como quiera que sea ni para donde hacerse, lo único que queda es esperar a que pase el diluvio, se aquieten las aguas y todo vuelva a la normalidad.
La diplomacia de mentada de madre, como presidente municipal de Perros Bravos, Nuevo León, a mi no se me da, eso es como de película de Ismael Rodríguez, pero lo que si quiero dejar claro, es que Nuevo Laredo a pesar de que ya las noches no están erizadas de violencia, todavía, para nuestra mala fortuna, no se puede salir a la calle con toda tranquilidad, y no lo digo por mi, que yo como quiera vivo más tiempo en el limbo que en la vida real, y conste que no me meto ninguna droga, no vaya a ser que los investigadores de nuestra vernácula policía me quieran hacer el antidoping en lugar de ponerse a chambear de verdad, me refiero a que mi vida transcurre hacia adentro, tampoco en contemplación espiritual si no soy monje cartujo, pero sólo salgo a ver a la gente que realmente me importa y me regreso a mi casita.
Con eso de que el pueblo ya es un oasis, voy a sugerir que le cambien el nombre, y de Nuevo Laredo que se llame Villa Pacífica de los Abandonados, porque la epopeya que tanto honor nos ha causado y ha dejado perplejos a propios y extraños, por lo que ha significado el éxodo de los paisanos que arrejuntaron a sus muertos y sus poquitas pertenencias para asentarse en este otro Laredo del río, y en carretas, carruajes y algunas mulas, se vinieron para acá a fundar nuestra gloriosa tierra neolaredense que dormita a la margen del river, vergonzosamente ahora es al revés, sólo que éstos “mejicones” (como dice la inteligente Margarita Michelena para referirse a los mexicanos de escaso valor) no se llevaron a sus difuntos, porque hubieran manchado sus trocas del año. Ya dije.
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