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miércoles, 24 de junio de 2009

La manita de Elvis

Se han traído un argüende con el supuesto cuento de que a Elvis Crespo, famoso cantante puertorriqueño, se le sorprendió infraganti jugueteando con la manita, ya se sabe que los caribeños son de sangre ardiente y guapachosos de cadera, pero lo paradójico es que, hasta donde tengo entendido, estos isleños, son habilidosos con las extremidades inferiores, no como yo, que tengo dos pies izquierdos para bailar.
Para su mala fortuna, le tocó en suerte, de compañera de asiento, una chismosa señora, que según las “azagatas”, horrorizada, narró con maliciosa jiribilla, que ella veía cómo le crecía algo debajo de la frazadita que prestan durante el vuelo, lo peor del asunto, para la espantada dama, es que no podía aletear pa’ningún lado y como dicen, a mi no me consta, que esos aparatos de línea comercial, son como una casita de la Infonavit, que en dos metros cuadrados acomodan sala, comedor, recibidor, cocina, tres recámaras, y a veces, cuando llueve, hasta alberca techada, así que durante el viaje nadie puede moverse demasiado, porque se molesta al de enseguida, además, los espacios entre los asientos y los respaldos de junto, son tan milimétricos, que ni un enanito torero anoréxico cabría por ese reducido recoveco, entonces, la sacrosanta dama, no tuvo otra alternativa que echarse completito todo el erotizado show del calenturiento artista.
El chismorreo acerca del desliz manual del cantante, trajo a mi memoria un escandaloso affair sexual de una pareja porteña, y eso que padezco secuelas de una grave enfermedad llamada distrofia del pasado, pero estando en pleno ejercicio de mi labor como informador de los sucesos más relevantes del pueblo, dicho padecimiento no disturba los recuerdos que puedan servir para traer al presente, las historias que gustoso les relato a ustedes queridos lectores, resulta que los protagonistas fueron sorprendidos infraganti en pleno uso de sus capacidades gimnásticas en un carrito, de esos chiquitos, que estuvieron tan de moda una larga temporada, y es que a los enamorados les ganó la urgencia en pleno estacionamiento del Parque Viveros, dicen las lenguas de doble filo, que ella era una niña modosita, de esas que en público parece que no quiebran un plato y tienen rota toda la vajilla, no tan de buenas familias, que esas, por lo menos, pueden pagar un lugar más tranquilo para escribirle a la cigüeña sin faltas de ortografía, pero si era algo conocida, ya que fungía como maestrita de una universidad local y una popular locutora.
El parte policial no fue tan escandaloso, pero en su redacción, se señala que, se sorprendió a una pareja (aquí se citan los nombres de los involucrados) en actitud francamente sexual, por cierto, en un error de apreciación profesional, los celosos guardianes del orden, incurren en una ofensa difamatoria a la chica que no bebía ni gota de alcohol, pero como los oficiales, son “educados” al grado de decir: “nadien” “haiga” y “oríllese a la orilla”, dieron en pensar que lo de: “se le subieron las copas” era una guarapeta de órdago, y en realidad, se refería a que traía el sostén copa “b” trepado como orejeras, pero saltándonos ese errorcillo de los policiacos, el sensato agente del Ministerio Público, al percatarse de que se trataba de una compañera del gremio, que en ese entonces no estaba tan corrupto como en la actualidad, pues había respeto absoluto al oficio, los dejó ir a ambos para que fueran a bañarse con jabón chiquito.
Naturalmente que el penoso incidente, sirvió para inventar toda suerte de historias, y fue un referente divertido para prevenir a las parejas que anduvieran en esos menesteres, se decía con cierto acento socarrón: “Que no se te suban las copas” o “no te vayan a pescar como a la maestra del micrófono”, o “y a mi que me regañan mis papás porque me chupo el dedo”, en fin, Elvis Crespo de seguro saldrá airoso de sus manualidades a 20 mil pies de altura, pero por lo menos esa noticia me sirvió, para recordar esos tiempos de juventud con la inolvidable historia sexual que se pudo haber evitado con una pequeña mordida, pero no al novio, sino al agente metiche. Ya dije.

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