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miércoles, 24 de junio de 2009

Tradiciones mexicanas

Los defensores a ultranza de las tradiciones “verdaderamente” mexicanas han de estar que echan chispas de coraje al percatarse del enorme éxito del “Día de La Coneja” y es que a veces, mejor dicho, casi nunca, o más bien, jamás he entendido ese chovinismo feroz de algunos que enarbolan la bandera del patriotismo como si no tuvieran noticia de que casi todas las celebraciones cristianas o paganas, son de origen extranjero, y no cito las religiosas porque me metería en líos con mi tía Encarnación de María que casi se siente Chabela la prima de la virgen.
Sunday easter es un buen pretexto para que se junte toda la familia, y la verdad, es que es una celebración que a todos nos encanta, aunque siempre he sostenido que estas fechas, y las otras, las que sean, son para los niños, claro que no multan si los adultos se divierten, aunque lo veo muy difícil, porque el papel de los mayores, no digo solamente de los papás, sino de los tíos, de los abuelos y hasta de los vecinos, es fungir como proveedores, previsores y organizadores, además de cumplir cabalmente con todas esas funciones, también se tiene que ser guardián, médico, payaso, cocinero, salvavidas, caballito y perro, entre otras muchas actividades, así que no hay posibilidad alguna de que los que midan más de 1.60, a menos de que sean enanitos toreros, puedan sentarse a sus anchas para tomarse una cervecita helada a la salud de la dicha que proporciona que los suyos, es decir, los guercos de todos, disfruten despreocupadamente de un domingo esplendoroso.
No voy a decir cuantos años tengo, pero desde que era niño, y de eso ya hace mucho tiempo, se ha celebrado este día, yo me acuerdo cuando mi tío Manuel al que nunca podré olvidar, ya que gracias a su generosidad, a su paciencia y a su inagotable bonhomía que disfrazaba de mentadas, pero no de menta, sino de las de verdad, para treparnos a todos, y cuando digo a todos, es a todo el barrio de La Loma, que en aquel tiempo, estaba poblado por casi puros parientes, a una caja de trailer, y aunque parezca punto menos que imposible, ya para las cinco de la mañana estábamos rumbo al ojo de agua de Sabinas, a Bustamante o a algún rancho prestado, que en la familia nunca ha habido ejidatarios abusivos de los que se han quedado con tierras que no son suyas, y entre heridos menores, empachados y llorones, nos pasábamos todo el día, aunque de regreso a la casa, mi amá y todas las señoras, tenían caras como de poseídas por el espíritu de Herodes.
A lo que quiero llegar con mi comentario nostálgico del día de La Coneja versión “tío Manuel”, es que, ya tiene muchos más años de lo que suponen los anticonejistas, además, los que si saben de los hábitos que se vuelven costumbres, y de las costumbres que se vuelven tradiciones, dicen que se requieren tres generaciones que la ejerzan y si una generación, que por más amplia de rango que sea, sigue siendo una medida de tiempo, se compone desde el abuelo hasta el nieto, el domingo de pascua tal como lo celebramos en nuestra región, ya es una tradición casi con denominación de origen de este solar porteño, porque aquí se le han agregado dos o tres detalles vernáculos que no los tienen en ningún otro lado.
La presente columna la estoy escribiendo casi sobre las rodillas y entre el bullicio alborozado de los niños que ansiosos ya quieren abrir las canastas de cascarones pintados, así que todavía no ocurre lo que les platicaré mañana martes respecto al mentado “Día de la Coneja”, y el resto de la semana, les contaré acerca de los ritos católicos, que aquí entre nos, me encantan, por su simbolismo, por su espiritualidad intrínseca, pero además porque me llena de esperanza, me renuevan en la fe y me inflaman de caridad, claro que no soy san Juan de la Cruz pero tampoco soy el Padre Diabla. Ya dije.

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