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miércoles, 24 de junio de 2009

La Corona de la reina Isabel

Los creadores del famoso comercial de la tarjeta de crédito que reza: “Para todo lo demás existe Master Card” no contaban con que la corona imperial de la reina Isabel II de Inglaterra, compuesta por 2783 diamantes, 277 perlas, 17 zafiros, 11 esmeraldas y 5 rubíes es tan valiosa que no se puede calcular en dinero, digo, además de que, por supuesto, nunca estaría en venta, porque es el símbolo del poder absoluto de la monarquía británica.
Así que la corona no es solamente una rebuscada pieza de orfebrería, aunque la verdad a mi no me parece tan linda, se me hace como que es demasiado ostentosa, y la soberana, ya tuvo un fuerte altercado con una de sus súbditas, que de plano le dijo que era demasiado recargada para la foto oficial que se imprimiría y que ella le sugería sacársela de encima para darle un aspecto más informal a las imágenes a propósito de la visita oficial de altos dignatarios, claro que la reina montó en cólera y le dijo de todo, menos guapa, a la fotógrafa Annie Leibovitz
Cuentan los ingleses ancianos de su Reina Isabel que, todos los cisnes que pasean su impoluta blancura por los lagos británicos son de su propiedad; así como las truchas que nadan en lo ríos y los jabalíes que corren por los montes.
Doña Chabela es la única que tiene el derecho de imprimir o mandar que se imprima la Biblia, todos los puertos del reino le pertenecen, sólo ella puede conceder licencia para la venta de tabaco y la tradición designa a la reina con el sobre nombre de "fuente de honor", ya que ella distribuye condecoraciones y medallas, las dignidades y los títulos
Existe un axioma que afirma: La reina no se equivoca nunca. Por ello es la suprema autoridad de la Justicia. Los delincuentes no son condenados por sus crímenes, sino por haber turbado con ellos la paz de la soberana, de ese calibre es el poder que ejerce doña Isabel.
Cada año abre el Parlamento. Para esta ceremonia se pone la invaluable corona, además, ninguna ley puede entrar en vigor mientras ella no la apruebe, aunque la hayan votado tanto la cámara de los lores como la de los comunes. En el momento que los enviados reales se presentan y pronuncian la tradicional frase; "La reina lo quiere" la ley empieza a ser válida en lugar de ser papel mojado.
Isabel II. es una de las mujeres más ricas del planeta, y si bien es cierto que ha tenido grandes penas, también ha gozado de enormes alegrías, pero en contraste con lo reales privilegios tiene peculiares obligaciones; es, por ejemplo, la encargada de la tutela de todos los niños del reino, y de los discapacitados.
Cada año, dicen que, un jueves del mes de octubre, debe distribuir tantas bolsas de dinero como años cumple entre los pobres que acuden a la abadía de Westminster.

Otro de sus deberes es favorecer la industria y los productos británicos, sus automóviles han de ser siempre de fabricación inglesa, cuando se supo que el tejido de su traje de novia había sido hecho por gusanos de seda italiana, en todo el reino se levantaron oleadas de protestas, como en los cuentos de hadas, debe ser ejemplo para todos los habitantes del reino, de exactitud en el cumplimiento de las leyes.
La corona es una pieza artística fabulosa que ni con la Master Card se puede comprar, pero para todo los demás existe la voluntad de Isabel II de Inglaterra que abdicará a favor de su hijo Carlos, en unos años más, pero como la transmisión simbólica de los poderes es a través de la corona y el cetro real, supongo que ambos implementos son unisex, y perdón por la barbaridad que acaban de leer, pero si no lo escribo me ahogo.
Así que otra vez que vean ese comercial de la MasterCard, en el que ponen los detalles cursis de que una pelota, un campo de futbol, que casi siempre es la calle o el traspatio y jugar con tu hijo, no tiene precio, no lo crean del todo, porque hay cosas que ni el dinero ni la credit card, pueden comprar.

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