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miércoles, 24 de junio de 2009

Homenaje a Ámbar González Lomas

No quiero ser ofensivo con nadie, pero me parece, que en lugar de andar trayendo con gastos pagados a personas extrañas a nuestro solar norteño para ofrecerles insólitos reconocimientos, los encargados de la cultura municipal deberían de rendirle, no uno, sino varios homenajes a la profesora Ámbar González Lomas que bien merecidos se los tiene y es que la maestra de baile de salón más famosa del pueblo, por cuyas enseñanzas han desfilado varias generaciones de niñas neolaredenses, inició sus actividades artísticas, en el año de 1969, en un cuartito chiquito, amparada solamente por su enorme talento y esas ganas inmensas que tenía de salir adelante.
A Ámbar la conozco desde hace 22 años y fui yo, el primero en hacerle una entrevista para El Diario, luego, ambos, nos dimos a la tarea de confeccionar suplementos especiales para sus festivales de fin de cursos, y junto a José Luis Álamos ideábamos las portadas de las revistas, me acuerdo de una, en la cuál, Elisa La Güera Canales, durante una pirueta espectacular, el avezado fotógrafo tampiqueño, la captó al vuelo y la bailarina en tutú, daba la impresión de que flotaba entre las nubes teniendo el cielo como fondo azul.
Cada año hacíamos lo mismo y gozábamos de un exitazo bárbaro, Ámbar con sus recitales en el Civic Center de Laredo, Texas, y yo, realizando las revistas en las que lograba publicar a casi todas las niñas del Estudio, fueron años de arduo trabajo pero muy satisfactorios, ya que logré que se le reconociera como la extraordinaria persona que es, independientemente de su profesionalismo, que en ese rubro siempre se ha destacado, porque sostenerse en el punto más alto de la pirámide de su difícil disciplina, ha significado un reto que ha logrado superar.
En su Plus Ultra del martes 31 de Marzo, Don Juan Pérez Ávila, dice, y lo dice bien, que es mentira que los del Festival Cultural Tamaulipas sean los precursores de la cultura en nuestra ciudad, si antes que ellos, muchos notables paisanos y otros, que avecindados en este páramo, se quedaron a vivir en nuestro suelo y bajo nuestro cielo, por puro amor el arte se dedicaron a ser los verdaderos pioneros del auge artístico, y no solamente lo digo por Ámbar, que ya tiene 40 años en el esfuerzo, sino por otros, unos que ya se nos adelantaron en el viaje pero que su laborioso ejemplo ha dado frutos; en la música, en el canto, en la actuación, en la pintura, en la literatura y en otros segmentos que no por ser sencillos, son menores en su dimensión creadora.
Lo dicen en una revista de edición propia, o así entendí que lo narró el Maestro, y colgándose el blasón de ser los adalides del arte y la cultura, cometen un garrafal error al señalar lo de: “…la carne asada y la civilización” expresada con desdén por el inconmensurable José Vasconcelos hacia nuestra idiosincrasia norteña, yo que no suelo ser corrector de nadie, porque no me gusta asomarme a textos ajenos con ojos de rayos equis, me parece que esos detalles no los ayudan mucho para presumir de bien educados, pero en fin, que en esas manos está la cultura local, y estoy seguro que no saben siquiera de la existencia de la excelsa poetisa Juanita Guerra oriunda de Guerrero viejo, que con frescura e ingenuidad de niña, narraba en estupendos poemas, como flores silvestres, pasajes completos de su vida, pero como ellos solamente tienen 10 años de “cultura”, ignoran de su tránsito fulgurante por nuestras letras paisanas, porque Juanita ya existía antes de que lanzaran a la circulación el Festival que además, tiene gravísimos errores en su estructura, sobre todo en los eventos que se ofrecen en espacios abiertos en las colonias, ya que casi nunca tienen público y siempre son espectáculos gruperos, que dicho con todo respeto, esos shows los presentan en el Silverado desde hace muchos años, y lo aclaro, para que al rato no vayan a decir que fueron ellos, como intelectuales y patronos, los que los sacaron a la calle para esparcimiento del pueblo.
Ámbar González Lomas merece un sensible homenaje por su trayectoria de 40 años, así que a través de esta columna, que yo bien sé que me leen, conmino a los encargados del asunto para que organicen una fiesta en honor a la maestra, no digo, no, que le lancen pétalos amarillos, pero si, que como lo hacen en Laredo, Texas, nombren un día en honor a tan ilustre personaje y que sea 2009, el año de Ámbar y que la incluyan en los libros de textos locales, para que sea recordada en los años venideros.
Yo, por lo pronto, publicaré una charla que sostuve con ella hace varios años, a lo mejor en dos partes, no lo sé todavía porque no la he medido bien. Cuarenta años es toda una vida, reciba un abrazo cariñoso y como muestra de mi admiración, desde aquí le dedico una “standing ovation” en su honor. Ya dije.

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