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miércoles, 24 de junio de 2009

Inauguración de la Plaza Libertad

Unamuno, el viejo sabio español, dice que no hay mejor paisaje que un árbol, y yo agregaría a esta verdad absoluta del poeta, que antes, donde se había erigido un monumento a la infamia y a la degradación humana, que hayan abierto un surco en la tierra para sembrar una plaza, es un logro admirable que no se ve todos los días, por tanto levantémonos todos a celebrar que en la colonia Hidalgo ya existe un lugar para la sana convivencia de las familias, sobre todo, de los niños, que el martes siete de abril disfrutaron de una fresca tarde en la que se inauguró la placita Libertad con mucha pompa, y no me refiero a lo que ustedes se imaginan, queridos lectores, sino a que todo el barrio se juntó en las palapas, en los jueguitos y en los amplios corredores que se vieron pletóricos de vecinos ansiosos de estrenar el lugar.
Desde temprano, los trabajadores de la obra, se dieron a la tarea de escombrar los desperdicios de materiales de construcción, de regar los praditos que a decir verdad, se ven medios pinchurrientos y es que no es por nada, claro que sé que ya no vivo en la ciudad de México, ni en Madrid, pero ver lo que veo, me da harta vergüenza y es que habiendo radicado a dos cuadras de Paseo de la Reforma o a cuatro calles del Parque del Retiro ubicado en pleno centro de Madrid, cuyas áreas, han sido diseñadas por arquitectos paisajistas de lo mejor del mundo, y que son objeto de elogios y de homenajes a la vista por su hermosura creativa, de abundantes follajes, flores de todo tipo, arbustos deslumbrantes, helechos prodigiosos, árboles supervivientes de otras latitudes, de texturas diversas, de olores fantásticos, musgos ancestrales de diversos matices de verdes, y dentro de esa galaxia de clorofila y fotosíntesis, otros mundos paralelos, de pequeña fauna, algunos están a simple vista, otros, universos microscópicos tan inevitables como necesarios, pues las áreas verdes de la placita, son, como decirlo sin ofender a Panchito el jardinero, sencillitas y mustias.
En fin, eso es lo de menos, si yo entiendo que la modernidad y la excelencia se tardarán muchos años en llegar a nuestro solar porteño, eso lo tengo muy claro, pero lo bueno es que se ha cumplido con el cometido inicial, juntar a las familias en el rescate de espacios públicos, y este martes, día de la inauguración de la gente, se ha reflejado el auténtico anhelo de los moradores de esta zona del poniente, que a pesar del solazo a plomo, aunque no hacía nada de calor, materialmente se volcó a los entresijos del lugar que ya viéndolo sin ojos de padrastro mariguano, se ve mono, se nota que los empleados que lo hicieron, se pulieron al máximo, aunque se tardaron mucho y es que seis meses es demasiado tiempo para poner cuatro palapas, dos jueguitos, una cancha de usos múltiples, varios metros de banquetas y una explanadita repleta de palmeras que lánguidas se mecen como si en cualquier momento Agustín Lara les fuera a cantar..
No vayan a tomar a mal, mis palabras, si la placita está bonita, y todos los vecinos estamos muy agradecidos con las autoridades por hacerla realidad, lo que pasa es que como yo conozco lo que debe ser la arquitectura del paisaje, que una de sus premisas fundamentales es analizar la interacción de los seres humanos y el entorno con el fin de planificar y diseñar los espacios abiertos, por esa razón lo digo, claro que tampoco estoy pidiendo que imiten los jardines de le Corbusier ni los patios mágicos del arquitecto mexicano Luis Barragán quien asegura, qué: “la arquitectura, además de espacial, también es musical (…) y esa música está interpretada por el agua”, así que faltó una fuente, pero grande, no como la plaza de los delfines que ni plaza es y ni a fuente llega, es un triste chisguete de agua perdido en el mundanal ruido de la avenida México.

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