sábado, 25 de junio de 2011
Mutis
No soy rencoroso pero nunca olvido una afrenta, ya sé que no soy una perita en dulce, si me conozco muy bien, por esa razón no suelo dedicar mi tiempo para odiar a nadie, y es que, el amor y el odio son pasiones de tiempo completo, como decía mi tía Tencha, es tan corta la vida y no la voy a gastar en gente que finalmente no vale la pena, lo que pasa es que me acordé de unas personas a las que quise muchísimo, los consideré casi familia, sin serlo, pero andando el tiempo, me percaté de que eran traidores y convivir con traidores es tener el susidio de una amenaza latente de que te claven una puñalada trapera, y efectivamente, eso fue lo que me ocurrió, la verdad, mi carácter es tan atravesado que no necesito muchas razones para dar por sentado que es mejor hacer mutis de alguna escena enojosa, supongo que a ellos les da exactamente lo mismo, lo cual me parece muy saludable, ya que lo que pudo haber sido una amistad para toda la vida, que sólo la muerte podría separarnos, se acabó de la noche a la mañana, no quiero ser dramoso, que ustedes me conocen bien desde hace muchos años, y saben que, aborrezco las lágrimas anudadas en la garganta, no lloro ni en los velorios, muchos menos a seres totalmente prescindibles, de esa baja estofa me los encuentro a menudo en cualquier callejón oscuro y les doy de patadas para sacarlos de mi camino, en estos días pantanosos me he puesto a pensar cómo es posible que uno se equivoque de tal manera al elegir a los amigos para dedicarles tiempo que es vida, hay personas que les importa más un costal de dinero que el valor de la amistad, no quiero sonar a viejillo sermoneador, pero tengan cuidado asiduos fans, no se dejen envolver por frases melosas, que detrás de esas burbujas dulces hay un tufo a venenillo, no todo lo que brilla es oro y la traición acecha de la mano del innombrable, que si Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, el hombre hizo al diablo a su imagen y semejanza, según dice Dostoievski en “Los Hermanos Karamazov”, bien dicen los viejos sabios que hace más daño la envidia de un amigo que el odio de un enemigo, la adulación es una de esas prácticas milenarias que suele usarse en palacio para agenciarse voluntades, y lo peor no es que te lo digan abiertamente, sino que uno se lo crea, pero esa es la naturaleza del hombre, nadie, en su sano juicio, detendría abruptamente a cualquiera que le arrojara a los pies pétalos amarillos de alabanzas, aunque fueran inmerecidas, si las cualidades que nos retratan nunca son tan evidentes como nuestros defectos, no digo que yo sea tan valioso como para que alguien me tenga envidia, si soy tan común, que no me considero recipiendario de esa pasión que es uno de los pecados capitales más terribles que existen y son la fuente de todo mal en la humanidad, en fin, este día amaneció esplendoroso, tampoco voy a usar esta columna para amargarles el día, si ustedes, son los únicos que me entienden, no de balde, me han acompañado durante más de tres años en este mismo espacio de la tercera página de la sección Show, y que yo sepa, jamás se han quejado de mis artículos, si así hubiera ocurrido, ya no estaría publicando en Líder Informativo de todos mis quereres, es cierto que no todas las Guillotinas son buenas, si tampoco soy Carlos Monsiváis o Juan Villoro y como nobleza obliga, siempre he procurado transmitirles, a través de mis sencillos textos, mis opiniones sobre tópicos variaditos, naturalmente que no soy dueño de la verdad absoluta, pero francamente, me sorprende que luego de tantos años siga en el candelero con tal galanura editorial, por suerte, mi espíritu jovial es más brillante que la opacidad del anquilosado tiempo que a unos los va convirtiendo en caricaturas de sí mismos y a otros en paisajes estáticos de la voluntad de Dios.
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