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domingo, 5 de junio de 2011

Dos oídos sordos

Nunca como ahora, los vecinos del barrio La Loma hemos extrañado los árboles de sombra gorda, claro que es preferible tener una placita pelona que el horrendo penal, pero no sirve de nada si se trata de una tórrida plancha de asfalto y concreto, ya que los cientos de metros cuadrados se calientan a punto de ebullición durante todo el día, pero no voy a dedicar mi columna a estar como cuchillito de palo para estar chingando a los funcionarios que sirven para dos cosas, pero los actuales no sirven ni siquiera para eso, pero mucho menos para recordarles su verdadera labor, que al cabo ya sé que Benjamín nunca se da cuenta de nada, parece que tiene dos oídos por donde se le salen las cosas que debería de escuchar, me acuerdo cuando yo andaba en busca de chamba luego de que Marco Villarreal me corriera de El Diario por andar de socarrón con sus hijas, una empleada de medio pelo del ahora presidente municipal me ofreció que le consiguiera inserciones sociales para Primera Hora y que me daba la mitad de la ganancia, lo que nunca me aclaró es que yo tenía que ir al evento, tomar las fotos, hacer la nota, cobrar las facturas y de pilón ir a traer las cocas al Oxxo, a mi siempre se me hizo muy raro que Benjamín, siendo que él estaba en su oficinita del periódico jamás se apersonó ante mí para saludarme, supongo que nadie le avisó que ahí estaba yo todos los días, pero un jefe de lo que sea, digo, aunque sea uno de estos alcaldillos de pueblos dejados de la mano de Dios, si no se entera de las personas que entran a su feudo, entonces nunca se va a enterar de nada, además no es que yo sea la gran personalidad, si me queda muy claro que nunca volveré a ser lo que fui hace veinte años, época en la que todo mundo trataba de quedar bien conmigo, a veces, sólo a veces, tantas invitaciones, atenciones y carantoñas de la gente me hacían sentir fuera de lugar, porque finalmente nunca he sido un rico heredero ni dueño de una esmerada educación, ya me lo dijo alguna vez Juan José Arreola, el insigne escritor mexicano… “eres como una piedra de machucar caminos, duro y terco, y esa misma terquedad te hará llegar a donde tú quieras”, supongo que es en mi querido pueblo globero y tierrero, donde quiero permanecer, al menos por estos años en los que he podido disfrutar de los crepúsculos dorados y de los amaneceres aromados por el viento que trae matices de carne asada, huizaches y yerba fresca, no quiero ser ejemplo de nada, ni siquiera con los que me toman como tal, soy un extraño dentro de mi propio horizonte tamaulipeco, pero me niego a aceptar el destino que los funcionarios quieren otorgarle a mi amado terruño natal, por eso, me da tanto coraje voltear a todos lados y no encontrar a ninguno de estos que se han dedicado a administrar nuestro dinero, porque no veo obras que me expliquen si Nuevo Laredo tiene un futuro promisorio, naturalmente que no hablo nada más por mí, además no tendría nada de malo que lo hiciera, pero en este caso, mi voz, es decir, mi pluma, es la de todos los que aún conservan la esperanza de que esto va a mejorar algún día, que perciben que no nos merecemos las calamidades que hemos padecido por tanto tiempo, y si por razones extrañas, nos hemos agenciado este castigo colectivo, pero no como lo dicen los lunáticos que se asoman a observar el discurrir de los astros para conocer sus vidas, que eso del karma yo me lo paso por el arco del triunfo, a veces, me gustaría tener el poder de expresar las palabras cabalísticas para detener el deterioro de tan noble ciudad, eso sí, me queda muy claro, que esto no durará para toda la vida, que no hay mal que dure cien años ni pendejos que los aguanten, no se trata, no, de hacer una asociación civil que vigile a los encargados de hacer la chamba por nosotros, sino de que exijamos que la hagan, bastante dinero ganan como empleados nuestros para que anden de baquetones, y si no pueden hacerlo, que lo digan, ya veremos a quienes ponemos en su lugar. Ya dije.

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