Nota: Este artículo apareció el viernes 30 de Diciembre de 1994 en la sección editorial del periódico El Diario, detrás de la escenografía de las palabras, hay una historia que algún día les contaré, por ahora, queridos lectores, a través de tan espléndido texto, les deseo un venturoso año 2011, espero que me sigan leyendo, no sé mañana a dónde iré, pero a donde vaya, los llevaré siempre en mi corazón. Aquí los dejo con el Dr. Mauricio González de la Garza.
Mañana es el último día de este amargo, ensangrentado, devaluado, engañoso, rebelioso, humillante año, no del Señor como solía decirse, sino de los malos gobiernos de 1994.
Antes de decirnos los unos a los otros ¡Feliz Año! Yo creo que deberíamos de pensar en los que ya no están con nosotros ni volverán a estar. A ellos deberíamos dedicarles un momento de silencio. Un silencio que nos permita pensar lo que implica ese vacío interior, ese apoyo que ya perdimos para siempre, en esa persona, muchas veces de luz, que se apaga, como estrella muerta, por los siglos de los siglos amén.
Ese lugar vacío -para siempre- en la mesa, a veces es por muerte, a veces porque, por estúpidos –contra la estupidez ni los dioses pueden, dijo Schiller- nos despojamos, en vida, de amigos o de seres muy queridos, que nunca debió haber separado más que la muerte.
Pero la envidia, la insidia, la prepotencia, la arrogancia y la tontería en que caemos nos lleva a despojarnos de un ser querido que jamás, igual que si se hubiera muerto, volveremos a tener cerca de nosotros.
Un lugar, que en última instancia, es una silla, pero que en la realidad, es todo un mundo de afecto, de cariño, de compañía, de felicidad, de fervor, de amor, de entrega desinteresada, que allí estará a partir de hoy hasta el día de nuestra muerte, como un vacío que nos señala que algo podrido tenemos dentro, que nos molesta la luz y preferimos las tinieblas de nuestra egolatría, o, peor aún, de nuestra ingratitud y nuestra deslealtad.
Tal vez sea peor el dolor de ese vacío producido por nosotros, que el vacío de la muerte, que aunque nos duela mucho, no estuvo en nuestras manos impedir.
Pero la vida es así y tenemos que aprender a pagar por nuestros errores y sobre todo si nuestros errores no provienen de maldad, sino de soberbia, de estupidez y de alguna enfermedad venérea del alma.
Los ingratos y los desleales, para su desgracia, no lo son sólo con los demás, sino consigo mismos. La traición empieza siempre con quien traiciona. Así que vivir con la traición, la ingratitud, la deslealtad siempre en la circulación de la sangre, es vivir en la infelicidad y en el perpetuo engaño del desengaño.
¡Feliz Año! A México en primer lugar, que bien lo necesita. México y los mexicanos merecemos ser felices. 1994 fue un año amargo que los mexicanos no buscamos y del que fuimos víctimas porque el gobierno nada hizo de lo que decía hacer. La función primordial de un gobierno es la felicidad de los gobernados. Si no lo cumple, si no lo logra es que es un mal gobierno.
Todos sabemos que en el año que llega en 1995 tendremos alegrías y sinsabores. Una de las maneras para que un año sea feliz, es entender que la felicidad no se da gratuitamente. La felicidad hay que buscarla y cuidarla día a día. Y para ser feliz, hay que aprender a tratar a los que nos quieren y alejarnos de lo que nos daña, a portarnos bien con quienes merecen nuestro cariño y a patear y a arrojar como tumores a los perversos. Cuidado y Feliz Año.
En este año moriremos algunos o se nos morirán algunos seres queridos. Ese dolor es el único permitido. Pero no hay que cobijarlo. Feliz Año 1995
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