jooble.com

lunes, 13 de diciembre de 2010

La Guadalupana

Las inmediaciones de la basílica de Guadalupe son un hervidero de gente durante los tres días anteriores al doce de diciembre, pero ya el mero día aquello es un oleaje interminable de personas que viajan desde los cuatro puntos cardinales del país para rendir homenaje a la reina de México y Emperatriz de América, no sé si algún día les he platicado que viví durante algunos años en la Muy Noble y Muy Leal ciudad de México, pues tengo que confiarles, queridos lectores, que cada semana iba a postrarme ante el altar mayor de María Santísima de Guadalupe, porque yo podré ser muy cabrón y todos los adjetivos que quieran endilgarme mis detractores, pero eso sí, soy muy Guadalupano, algunos come santos católicos, me podrán acusar de que soy un Judas porque miento denuestos contra algunos malos sacerdotes, pero que lo haga no significa que sea un mal cristiano, sino que no me gusta andar de tapadera de nadie, el que cometa un crimen que lo pague, pero bueno, hoy no quiero hacerme mala sangre con esa tecla tan delicada, prefiero seguirles contando mis experiencias acerca de mis asiduas visitas a la villa Guadalupana, me acuerdo como si hubiera sido ayer, que la primera vez que pisé tan sagrado recinto, me conmoví hasta las lágrimas y no era para menos, ya que como buen devoto de la virgen, siempre anhelé pisar el Tepeyac donde hace cientos de años se le apareció al indio Juan Diego, así que de inmediato saqué mi rosario que, dicho sea de paso, me obsequió mi hermosa amiga Sandra Bruni de Viñals a quien siempre llevo en mi corazón, porque nunca me echó de su vida, a pesar de que algunos años no publiqué mi columna, sin embargo me arropó con su dilecta amistad y me alentó a que no desfalleciera en la fe, estando en ese lugar me eché un rosario completo con letanías y jaculatorias que aprendí de mi tía Sacramento del Altar, fue tan íntimo y trascendental el instante que es fecha que aun lo sigo recordando, además, aprendí que nunca me dejó de su mano, y eso que, por andar en medio de la crema y nata de la alta sociedad capitalina, pues me dejé llevar por los goces de las frivolidades, francamente no me siento demasiado culpable de tan grave pecado, ya que siendo un provincianito norteño que nunca vi más allá de Monterrey, de repente se me abrieron las puertas de los cogollitos intelectuales y de la rancia aristocracia chilanga, pues no opuse resistencia, esa es la verdad, lo que me ocurrió fue algo normal, yo que siempre consideré que la gente del globero pueblo era algo así como lo sin igual, lo nunca visto y pues me percaté, dicho sea sin ánimo de ofender a nadie, que no todo lo que relumbra es oro y que el dinero no otorga blasones a nadie, mucho menos a los nuevos ricos, en fin, no quiero alejarme del tema central de la presente columna, y allí en ese fervor de los fieles a la virgen, me regocijé, ya que los que llegan a esos feudos, son los más pobres, porque los ricos van y comulgan directamente con el párroco rector de la basílica, es decir, no tienen que andar en las pellizcaderas de las peregrinaciones, porque para eso diezman todo el año, y estos padrecitos ya se sabe que son bien lambiscones con los poderosos, pero ese es tema de otro capítulo aparte, lo que si me di cuenta es que los comerciantes son bien abusivos con los peregrinos a los que les venden al precio que quieren las guajolotas (torta de tamal con salsa), las gorditas los tacos, el champurrado y el atole de arroz, y ese si es un abuso, pero eso es todos los años, así que supongo que están en connivencia con las autoridades de la delegación Gustavo A. Madero que por cierto, reportó que a la Basílica de Guadalupe arribaron 5 millones 490 mil peregrinos hasta el mediodía del domingo doce, pero según cálculos, se esperaba la cantidad total de 6 millones, yo que he estado ahí, les puedo asegurar, queridos lectores, que se puede ver unos segundos de cerca la imagen de la Virgen, y sólo por ese instante irrepetible es que vale la pena tanto apretujadero y desamdre. Ya dije.

No hay comentarios: