La tortilla es, sin duda, el alimento primordial de los mexicanos, y ahora resulta que de un día para otro, le aumentaron cuatro pesos, lo raro es que esta andanada de alza de precios, se ha dado durante los cuatro años del sexenio calderonista, no me hagan mucho caso, pero yo que tengo tan buena memoria, me acuerdo que en el 2006 el kilo costaba seis pesos, en estos casos de aumentos, se avientan la tortilla unos a otros, ya salió Lorenzo Mejía Morales, presidente de la Unión Nacional de Industriales de Molinos y Tortillerías, a decir que defenderá como un perro la inminente subida del producto, claro que se hace como el tío Lolo, si los tortilleros, dicho sea sin ningún afán peyorativo, han decidido dar ese paso, es porque también a ellos les han dado más caro los insumos necesarios para la elaboración del alimento.
El propio Lorenzo Mejía fue quien se encargó de anunciar el domingo dicho aumento, pero se patraseó, ya se sabe que estos funcionarios nuestros, se valen de cualquier artificio de la palabra para dar un golpe maestro, quesque dio marcha atrás porque habló con todas las instancias adecuadas que subsidian la materia prima para que nadie subiera el precio, lo malo, es que no todos los tortilleros reciben el beneficio, así que a esos que se rascan con sus propias uñas, ninguno de estos masiosares los pueden obligar a mantener el mismo precio.
Bruno Ferrari que más bien tiene tipo como de vochito, aseguró, casi como un decreto imperial, que no permitirá que nadie en el país aumente el precio de la tortillas, lo que nuestro ínclito Secretario de Economía, no ha cavilado ni un solo instante, es que él no está en condiciones de exigir tal demanda a los dueños de los negocios, por tanto, si no quiere que se disparen los precios de este y otros productos de la canasta básica, pues que les pague la diferencia a los pequeños empresarios de la tortilla que no gozan del subsidio federal.
En esta parte del país, no tenemos tanto problema con el aumento de las tortillas de maíz, ya que a nosotros nos gustan más las de harina, que tienen ecos judíos, y en mi casa se comen más de ese tipo desde hace varias generaciones, sobre todo con frijolitos apestosos a chorizo o con choricito con huevo, ya hasta se me antojaron, pero no porque a mí no me gusten tanto, voy a dejar de levantar mi airada protesta por este abusivo atentado contra la ya de por sí, mermada economía de los mexicanos, bueno, que no sean mis favoritas no quiere decir que no las coma, y si tengo que elegir entre las que se venden en el globero pueblo, mis favoritas son las de El Fresno que están aquí por mi rumbo de la Colonia Hidalgo, a lo mejor es por la costumbre de años, pero no pruebo más que esas y a veces, sólo a veces, las que venden en las tiendas de AutoServicio, que dicho sea de paso, allí están más baratas que en cualquier otro lugar, será porque es un artículo gancho, lo único malo es que son frías y a mí me gustan recién salidas del comal, no sé, porque nunca he hecho cola para comprarlas, si aquí regalan salsa molcajeteada y sal para que mientras te entregan tu pedido te eches un taquito para aplacar la lombriz, y todavía dice Ferrari que instruirá a la Profeco para que si alguno de los expendedores de tortillas se atreve a vender más caro el kilo, que le caiga todo el peso de la ley, además, lo dice como si de verdad estos buenos para nada sirvieran para algo, un día, a mi tía Chinta, se le ocurrió ir a quejarse y gastó más dinero en camiones de tantas vueltas que tuvo que dar, que lo que le resolvieron los papanatas de esa dizque procuraduría de defensa del consumidor, en fin, las cosas van de mal en peor en este país hecho con el mejor maíz de nuestra tierra como reza el eslogan de Maseca, como si uno no supiera que la mayor parte, por no decir casi todo el que se consume, se tiene que importar para abastecer a la raza cósmica que parece le sobra la “ese”. Ya dije.
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