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miércoles, 17 de febrero de 2010

Yo soy mi propia esposa


Nunca quiso darse cuenta de la verdad respecto a la vida de su retoño, cuando alguna amiga mal intencionada le lanzaba con dolo, la temida pregunta: ¿por qué no se ha casado tu hijo? y ella, claro que pasaba aceite, pero invariablemente contestaba, con lo primero que se le ocurría, por ejemplo: “es que su novia anda de viaje por el mundo y hasta que la niña no se canse de conocer tantas capitales europeas se van a casar”, esa era una de las disculpas preferidas de la ñora que se sentía envuelta en crema de chocolate, pero la realidad era otra, y esto viene a mi teclado, ahora que Héctor Bonilla, el actor con cara de sobaco de elefante, protagoniza un violento monologo con matices homosexuales, la obra se llama: “Yo soy mi propia esposa”, en donde narra la historia de un hombre que enfrenta una sociedad carente de amor hacia los gays, bueno y hasta la fecha, ya ven ustedes, que tampoco los panistas los quieren.
La historia es patética, resulta que este señor, bueno en realidad siempre fue una señora, es decir, un mariconcito disfrazado de mujer, para que mejor lo entiendan, un travesti que gracias a su denodado esfuerzo sobrevivió a un padre nazi, a dos guerras mundiales y al comunismo, lo cual habla de un anhelo por seguir vivo a pesar de sus adversas circunstancias, bueno, pues el susodicho fue entrevistado por Doug Wrigth luego de conocerlo en un museo de Berlín, quien luego trasladó las experiencias de Mahlsdorf a su drama, obra que ha sido premiada con el Pulitzer y el Tony, resulta que este hombre padeció durante su infancia, los traumas causados por el gorila de su padre que se madreaba a su mamá un día sí, y el otro también, para no hacerles el cuento muy largo, termina matando a su progenitor, así que ríanse ustedes, queridos lectores del mocha orejas, de la mata viejitos y demás seres demenciales, que éste no se conformó con menos y le dio matarili al viejo de su amá, lo que no se dice en ninguna parte del estupendo texto es si acaso el señor lo abusó sexualmente, supongo que sí, ya que a estos nazis les encantaba medir fuerzas con los inferiores a ellos, y como era un niño indefenso con mayor razón, además tenía todas las agravantes que odiaban los infames cómplices de Hitler, era muy débil, fragilito y meneado, "Von Mahlsdorf" después de ese asesinato fue trasladado a un centro de rehabilitación infantil de donde pudo escapar gracias a la entrada de los rusos a Alemania. La historia narra también cómo los homosexuales vivían en sociedad y la forma en que se divertían, incluso "Charlotte von Mahlsdorf" montó un centro de encuentro; además, trabajó para el gobierno y delató a varios de sus compañeros.
El hijo de la señora porteña nunca se casó, y como dijo don Teofilito, ni se casará, ahora vive con su “pioresnada” feliz de la vida, aunque no se ha descarado del todo, ya que como quiera por la posición de alto pedorraje que disfruta gracias a la fortuna de la que se jacta para vivir como rey, no puede brincar todas las trancas de nuestra ampulosa sociedad, además que ahora, a pesar de las posturas homofóbicas de la iglesia católica y de los azulitos que pronto se irán del poder, ya no son tal mal vistas las uniones entre iguales, no se me haría nada raro que este señor, dicho sea de paso, es un caballero en toda la extensión de la palabra, educado a la antigüita, diera el paso siguiente y hasta adoptara un niño haitiano, bueno tampoco muy negrito, que sus amigos son medios mamones y no le vayan a hacer un fuchi a su niño.
El momento cumbre de la obra estelarizada por Héctor Bonilla, es justo cuando la mamá jodona le pregunta a su hijo del alma querido: ¿no crees que ya es hora de que te cases, formes una familia y tengas una linda mujer a tu lado? A lo que él, de frente, encontrando, por fin, su propio reflejo en los ojos de su madre, le responde: “Yo soy mi propia esposa”.

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