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viernes, 12 de febrero de 2010

¡No es Bienvenido!


“!Usted no es bienvenido!” le gritó Luz María Dávila, una de las madres juarenses a la que le mataron dos hijos en el acto más sanguinario de los últimos tiempos, al menos del que yo tenga memoria, y al encararlo, ella en pie, anudada en su digno dolor, de frente a la mesa en la que Felipe Calderón, acompañado de su esposa Margarita, no cabía en su asombro, y yo que vi la escena completa en Milenio Televisión, puedo asegurarles queridos lectores, que también me llené de rabia como la pobre madre que en medio de su desesperación, sacó valor de sus ovarios (perdón si ofendo a alguna sensible lectora por la palabra) para gritarle delante de todos los lambiscones presentes que se quedaron pasmados ante la inusitada aparición de la mujer, a la que se le quebraba la voz, pero jamás retrocedió ni un ápice, y eso que nuestro presidente, conste que yo no voté por él, le echó la mirada de: “te espero a la salida, vieja borlotera”, aún así y a pesar de su limitada capacidad de expresión, le puso las peras a veinte a todos los oradores que en amanerados discursos no pudieron, o no quisieron, transmitir nada tan verdadero, nada tan real, nada tan desolador como el lamento de esa señora que se plantó en el medio de un evento coreografiado por los colaboradores de don Felipe, para demostrar que no todo está perdido en nuestro México, que todavía hay quien se atreve a protestar, a sabiendas de qué, por la actitud socarrona del mandatario, nada se va a hacer, pero doña Luz María de todos mis respectos, puso la muestra de lo que es afrontar con arrojo un momento de privilegio, para arrebatarle al destino, un tajo de esperanza.
Enseguida transcribo el sencillo discurso de doña Luz María: “Discúlpeme señor presidente yo no le puedo decir bienvenido porque para mí no lo es, nadie lo es, porque aquí son más de dos años que se están cometiendo asesinatos, que se están cometiendo muchas cosas y nadie hace nada y yo quiero que se haga justicia no nada más para mis dos niños, sino para todos los demás niños. Yo no puedo darle la mano y decirle bienvenido porque para mí no es bienvenido, yo quiero que esto se haga bien, que Juárez sea el Juárez de antes, aquí Juárez está en luto, no es justo que mis muchachitos estaban en una fiesta (aquí se le quebró la voz) y ahora quiero que usted se retracte de lo que dijo que eran pandilleros: MENTIRA uno de mis hijos estaba en la UACH y el otro en la prepa, no tenían tiempo para andar en las calles; estudiaban y trabajaban, le apuesto que si a usted le hubieran matado a un hijo, usted debajo de las piedras buscaba al asesino, siendo que como yo no tengo los recursos yo no los puedo buscar… (y el presidente Calderón farfulló: “vamos a trabajar…) NO, NO, NO, siempre dicen lo mismo: Becerril, Baeza, todos dicen lo mismo, y aquí nunca arreglan nada, y todo sigue peor, esa es la verdad. En mi casa estamos en el novenario. Yo quiero justicia para mis hijos, pero para los demás estudiantes también. Era una fiesta para un muchachito de 18 años (se acerca un paso hacia el presidente) póngase en mi lugar a ver que siento yo, que yo no tengo a mis hijos, y eran mis dos únicos hijos. (Voltea a la sala atiborrada de gente para preguntar) ¿y qué pasa con ustedes señores?, ¿qué no dicen nada?, ¡ah! pero que bien le aplauden porque vino el señor presidente, que bueno pues sí, (y Calderón se le engalló a la señora con una frase displicente, a lo que ella le replicó enseguida) no diga por supuesto señor presidente, haga algo por todos señor presidente, que Juárez sea el Juárez de antes y no lo sangriento que está ahorita. Así me quedé como ustedes queridos lectores, para mis ciberlectores adjunto una fotografía de doña Luz María en mi columna que publico en el blog

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