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jueves, 4 de febrero de 2010

Mido sin vara

Reconozco que a veces soy demasiado lépero y no quiero disculparme por ello, lo que si tengo que hacer con carácter de urgente, es solicitarles de la manera más atenta, queridos lectores, ya que siendo yo el remitente y ustedes los destinatarios, que si alguna vez, las palabras burdas que uso de vez en diario, ofenden su pudor, sobre todo a las damas que aunque parezca difícil de creer son quienes más me leen, que se atrevan y me lo hagan saber, porque en ningún momento, bajo ninguna circunstancia he deseado causarles inconvenientes con mi lengua floja y vociferosa, lo que ocurre es que siendo lo que soy; norteño de pura cepa, hablador como el qué más, dicharachero, alburero y echador, pues no puedo negar la cruz de mi parroquia y mi denominación de origen, claro que puedo usar palabras muy acá, si hasta eso, conozco el idioma de pe a pa, solamente que los vocablos pomposos se me atoran en el gaznate y siento que no soy auténtico en el mensaje que quiero transmitir, además, mi verdadera labor como cronista de los haceres y díceres de nuestra sociedad porteña, es llegar a un gran número de lectores con la mayor claridad posible para que no tengan que andar merodeando diccionarios y que luego en reuniones de café, en el club o en meriendas de jugada de cartas, unos a otros, se pregunten: ¿qué chingaos quiso decir este pendejo?
Ya sé que soy chingaquedito, así me decía mi güelita, cuando le contestaba mandeeeeeee al gritar mi nombre en demanda de búsqueda expedita de mi persona y mi sacrosanta cabecita blanca, me decía: “ven cabrón para poder mandarte”, (aquí van los violines de fondo musical) pero tampoco soy un villano ñaca ñaca de telenovela de las cuatro de la tarde, expongo antes ustedes, asiduos fans, el tema, porque hace unos días comenté una historia personal que luego se convirtió en un cadillo en medio de la rabadilla, o como dicen los educados, en un prurito, y no que me arrepienta de lo dicho en esa columna, que jamás me he pa’traseado de nada, ni siquiera cuando me han pedido dinero prestado a sabiendas de que no me volveré a juntar con la lana desembolsada, naturalmente que lo tuve que comentar con un amigo seguidor de esta Guillotina y me dijo, palabras más, palabras menos: “que se chinguen, no fuiste grosero, sólo honesto y al que le cale que le cale”, después de esa declaración de adhesión y apoyo, me sentí como candidato en plena campaña, casi lo veía levantando unas pancartas: “Ejecutor contigo arriba y adelante”, “Eres lo máximo Ejecutor; nunca cambies”, “Tú eres la Luz del periodismo”, “Contigo, al éxito o a la ignominia”, digo, éste si es mi amigo de verdad, no que otros, los de la polaca, ahí si hay que cuidarse, porque es sabido por todos, que en ese ámbito jabonoso el que no cae resbala y los centaveros del oficio, un día están con uno y al otro, le echan porras al del partido contrario, depende del sobrecito, del regalo o de las prebendas recibidas, yo no soy así, el único dinero que recibo por mi columna se los debo a ustedes, y claro, a mi editor que compra los derechos, pero en definitiva, los que me tienen en el pináculo del top del globero pueblo, son los miles, Okei. No. Los cientos. Okei, no. Las decenas de lectores que a diario se asoman para enterarse de mis peripecias circunstanciales, por eso esta columna dominical no tiene otro motivo más importante que decirles que estoy contento de seguir en las filas de Líder Informativo y que muy pronto cumpliremos dos años en circulación, siendo el matutino con mayor éxito en la región, ya que en tan poco tiempo hemos logrado la penetración en el gusto popular, además me puedo jactar de ser columnista pionero del periódico, porque hay otros compañeros que ya ni sus recuerdos quedan, conste que no me burlo, si bien dicen los que saben, que con la vara que midas serás medido. Yo, por eso, mido sin vara. Ya dije.

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