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sábado, 27 de agosto de 2011

Artic Bar

Se acuerdan, asiduos fans, que el sábado, prometí que les contaría acerca de mi visita al Artic Bar, en un periplo capitalino que realicé con mis compadres vernáculos que no han ido más allá de Anáhuac, que se asombraron al ver tantos rascacielos, su expresión más recurrente fue: “ay wey” y es que muy apenas sabían cruzar las calles, también es cierto que, mis amigos son riquillos, así que están acostumbrados a treparse al carro aunque vayan al Oxxo de la esquina de su casa, bueno, pues resulta que, mi amigo es un digno personaje de la élite de la cultura de la capirucha, pues tiene conectes en todos lados y nos metió al antro, ahí si fue donde la puerca torció el rabo, ya que, aunque a primera vista no parece nada del otro mundo, incluso yo di en pensar que sería otro antro de los varios sin nombre que han circulado por Av. Nuevo León, casi en su cruce con Tamaulipas en la Condesa, de hecho, no hay ningún indicio en la portada del edificio, de donde cuelga un llamativo letrero con el nombre “Artic Bar”, que nos pudiera remitir a un gran sitio de esparcimiento, y si, el nombre del congalito nice, describe perfectamente de lo que se trata el ambiente hacia el interior, y si está hecho de puros yelitos, incluso, parece uno de esos cuartos fríos, como tipo frigorífico de un almacén de carnes, iba a decir, que parecía una morgue, pero en México no tenemos esos servicios, los conocemos solamente a través de las películas gringas, la entrada es un callejón por donde nada más cabe una sola persona, si es mujer tiene que ser talla cero y si es hombre debe pesar menos de 60 kilos, pero el frio si cala los huesos mientras uno se va adentrando, lo bueno es que ahí, a cargo del cover de 200 pesos además de obsequiar un shot de tequila para que se vaya entrando en calor, hay un guardarropa en el que se hace fila de espera, y mientras uno se bebe el tequila en un caballito hecho de hielo, te prestan ropa adecuada para el inclemente clima, mientras estás en el lugar, o sea, no te lo puedes llevar a tu casa, ya saliendo del vestidor, que es un área cómoda y amplia, todos los asistentes parecemos esquimales, ataviados con enormes abrigos de nylon, guantes y gorros con peluche en el borde, o sea no es piel de zorro rojo, sino de ese peluchito que los camioneros ponen en sus elegantes tableros, ya se sabe, que los rusos usan el vodka, pero estando en México, a nadie se le iba a ocurrir servir vodka, mis compadres estaban que no se la podían creer, y es que, como no han recorrido mundo, estos, son como los perritos chihuahueños que se dan vueltas sobre sí mismos y fingen que se fueron a dar la vuelta por toda la ciudad, así que, en el bar congelado más grande del mundo, lo único que tienen es una barra grande en la que se sirve puro tequila, el mobiliario también está hecho de hielo, solamente que las sillas tienen una cubierta de piel, para evitar que se mojen las nalgas, en realidad es como si uno estuviera en una covacha en Siberia con las paredes recubiertas de cubotes de hielo tallados a mano, la música no es cosa del otro mundo, los chilangos son raros en ese aspecto, es pura música electrónica, lo bueno es que no estuvimos en ese salón congelado más de veinte minutos, ya que está a 10 grados bajo cero, y ni con la chaqueta se podía aguantar el grado de congelación extrema, porque si nos hubiéramos quedado una hora más, de seguro mis amigos, me habrían estado chingue y chingue, preguntándome a qué hora ponían los corridos de los Tigres del Norte y de los Cadetes de Linares, en fin, que fue una buena experiencia, después, un día de estos, les sigo contando de ese viaje con mis compas, que resultó placentero, por cierto, también los llevé al palacio de Bellas Artes y me hicieron pasar una vergüenza que me hizo palidecer de rencor contra la mala educación de nuestro globero pueblo, pero ese relato en otra columna, se los prometo. P.D: Ya regresé a Twitter y estoy en el Top 5 a nivel América Latina.

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