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martes, 1 de febrero de 2011

Jesusito

El día de la Candelaria, según mi sencillo entender, es la conmemoración más emotiva de todas las del santoral católico, ya que, por si ustedes no lo saben, queridos lectores, es el día en que nuestro señor san José y nuestra madre la virgen María, luego del puerperio, a los cuarenta días de nacido, en que, según un rito judío, se cumplía la purificación del hijo y de la madre, visten al niño Jesús con sus mejores galas para presentarlo ante los sacerdotes en el templo de Jerusalén.

En el 2000, mientras yo vivía en ciudad de México, una mañana amanecí más católico que de costumbre y, como en esa gran metrópoli, para donde uno voltee se levantan templos, conventos y santuarios, pues observé que a las afueras de uno de esos vetustos edificios con grandes cruces sobre sus lomos de concreto había una fila larguísima de personas de todo tipo; igual señoras de doble copete, que humildes nativas de Chiconcuac o de la selva lacandona, así que para saciar mi curiosidad de forastero norteño, me formé para indagar de qué se trataba, sabía que era algo muy excepcional, porque en esa multitud de personas, se encontraban niños, ancianos y hombres jóvenes en deplorables condiciones físicas, me llamó la atención que muchos de ellos, traían en sus manos juguetes, bolsas de dulces y veladoras de diversos tamaños, formas y colores, pues pasaron tres horas o más, ya estando ahí, se me fue el tiempo mirando a todos lados como perro en barrio ajeno, naturalmente que la gente comentaba de los grandes milagros del santito en cuestión, ya para ese momento, me enteré de que a quien iban a visitar, era al niñito Dios, que para muchos es el que otorga la salud a los que según los médicos no tienen salvación, y es que a los doctores cuando se les termina la ciencia, dictan su veredicto supremo en tono hipocrático: “sólo resta esperar un milagro”, así que los parientes cargan con el casi difunto, para suplicarle al Creador que haga su santísima voluntad, por esa razón, a dichos seres sobrenaturales se les carga la chamba, por supuesto que nadie está exento a que le ocurra uno de estos eventos trágicos durante su mísera vida, y yo, no iba a ser la excepción, al haber hecho el viaje desde santa Fe al Metro Tacubaya, aproveché para pedirle al niñito por la salud siempre quebrantada de mi hermana Ana Lilia, que siendo diabética desde muy jovencita, estaba perdiendo la visión ante el embate de una retinopatía feroz que le impedía ver con claridad más allá de su respingada nariz, yo, que soy un hombre de inquebrantable fe, elevé una fervorosa plegaria para que se realizara el prodigio, hecho que se suscitó sin ningún problema, no conforme con hacer el favor, el “Joli Chaild” llegó de forma inesperada a la vida de la familia, y es que mi prima hermana Norma, desde Saint Paul, Minnesota, en un misterioso paquete mandó un Niñito hecho en Canadá, de tan delicada manufactura que les juro, asiduos fans, que se ve tan real, que otorga la impresión de que de repente se levantará a vivir, desde octubre del 2008, Jesusito mora y reina en este sacrosanto hogar herencia de mis abuelos Pancho y Elena, ese hecho del inusitado obsequio, coincidió con la repentina recaída de Ana, a la que los médicos, ya la daban por muerta, incluso, no una, sino en reiteradas infaustas ocasiones, se quedó en estado comatoso, que ni insuflándole el hálito de vida con los constantes lavados de sangre, podía reaccionar satisfactoriamente, entonces, entraba en acción espiritual el “Holy Child Divine”, en fin, este dos de febrero, todos los niñitos Dioses, saldrán a la calle, vestidos según la devoción de cada persona para visitar las distintas parroquias del globero pueblo, conste que no quiero que la presente columna suene a homilía dominical, que soy el menos indicado para hacerlo, pero considero mi deber de católico de hueso colorado, dar testimonio ante la grey para el fortalecimiento de la fe. Oremos.

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