Estos recientes días de frío han sido tan devastadores, que nunca, mejor aplicado, el dicho de Enero y Febrero desviejadero, si yo, que todavía aviso para ir al baño, me estaba congelando ante el teclado de la computadora, ya me imagino las penurias que han de haber pasado los venerables miembros de la tercera edad del globero pueblo, pero tengo que confiarles, queridos lectores, que mi papá, a pesar de sus tantos y tantos años, no le huye a las bajas temperaturas, si por él fuera, andaría de pata de perro aunque se le escarcharan sus cejotas de gusano quemador, la verdad, es que, su buena condición física, le permite enfrentar cualquier contingencia climática, si hasta parece que trae integrado un termostato que empieza a rumbar cuando lo requiere su organismo.
Cuenta mi tía Ramona que su papá, como era bien administrado con sus gastos, de esos, a los que los mal pensados, les dicen “codos”, cuando hacía mucho frío, en lugar de comprar leña para hacer una lumbrita, iba al tendajo de don Catarino y le pedía fiada una pacha de mezcal para darles un pajuelazo a todos los huercos, así que toda la runfla de chamacos, siempre andaban bien pedillos pero jamás de los jamases se enfermaron ni de un resfriado, y eso que, antes, muy antes, Nuevo Laredo era puro monte pelón y corrían los aironazos sin asideros, claro que, eran otros tiempos, en los que nuestros ancestros norteños no andaban con esas mamarrachadas de cuidados extremos, no que, ahora, a los niños, las mamás los tratan como si se fueran a quebrar, siempre los traen como tamalitos envueltos en plumas de ganso, por eso crecen todos blandengues y de la tos les da el catarro.
El miércoles en la madrugada, como a eso de las cuatro, escuché un rugido como si una motocicleta se hubiera metido al patio, para cerciorarme a qué se debía el repetumbe, me asomé por la ventana que tiene una vista espectacular hacia la avenida Monterrey y les confieso, asiduos fans, que experimenté la “muerte chiquita”, al observar el furioso vendaval, ya se me hacía que se me caía mi chaletito hecho de madera (en realidad es un cuartucho de 2x2), entonces, caí de rodillas ante la bendita imagen de santa Bárbara protectora contra los vientos y tempestades, lo malo, es que a esa hora, y con el miedo rechinándome entre los dientes, no me acordaba de la oración, así que, como Dios me dio a entender, le supliqué que, si se trataba de un castigo, se fuera más pa’llásito, pues, no me lo van a creer, al poco rato, amainó el aigronazo, pero se quedó el frío que calaba hasta los huesos.
El jueves heló, el viernes ya no tanto, pero aun se sentía mucho frío, asegún se espera otro frente frío para el miércoles, pero los meteorólogos son como los malos panaderos, que si algo no les sale bien, le echan la culpa a la harina, por eso no confío demasiado en sus pronósticos del clima, son tan pendejos, que si no llueve como lo habían predicho, se jactan al decir que la tormenta cambió de ruta, o sea, la naturaleza es veleidosa, traicionera y cabrona, pero es voluntariosa para cumplir sus ciclos perfectos, lo que los seres humanos no hemos acabado de entender, es que ante la reacción en cadena de los fenómenos climáticos, somos indefensos y nos asustamos tanto, que nuestras células se rebelan ante la posibilidad, de que una ventisca acabe con nuestras miserables y prescindibles existencias.
Yo, que soy un hombre de fe, estoy convencido de que santa Bárbara intercedió ante Dios nuestros Señor para evitar que el pueblo globero volara por el cielito lindo con todo y habitantes trepados en los techos, ahora, ya pasado el sustazo, elevo fervoroso, la plegaria a tan poderoso ser espiritual, porque de seguro, habremos de requerir su intervención divina, de aquí hasta Marzo, y si no ocurre ninguna contingencia, nunca está de más, de pasadita, hay que rezarle también a san Alejo para que nos libre de cualquier político con ínfulas. Oremos.
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