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domingo, 13 de febrero de 2011

Cupido y el amor

No quiero ser aguafiestas, pero el mentado Cupido de mito pasó a ser un mitote, ya sé que a muchos les parecerá que exagero, sobre todo por la fecha tan señalada que se festeja hoy, y es que, indagando aquí y allá me he enterado de que este angelito nalgón con flechas doradas al que también representan con los ojos vendados, no es otro, más que Eros, producto del amor prohibido entre Afrodita y Adonis, van a decir, queridos lectores, que estoy loco de al tiro, que no teniendo nada interesante de qué hablar en esta columna, me ocupo de temas tan frívolos como este, claro que no soy de los cursis celebrantes del 14 de Febrero, si tampoco he perdido de la razón el astrolabio, pero que no sea para mi, un día para echar las campanas al vuelo, no significa que no reconozca que el amor existe.

Los poetas, esos miserables seres que se debaten entre la nostalgia y la alegría, son, tal vez, los que mejor explican el amor, claro que lo aderezan con deslumbrantes palabras, así que en este día tan especial para las parejas, en lugar de escribir la columna con cursilerías propias, prefiero compartir con ustedes, asiduos fans, párrafos intensos de Tomás Segovia, un español nacido en 1927, que por sus hechuras literarias, lo he elegido para hacer notar que bajo el influjo del sentimiento, un hombre puede ser capaz de comparar los labios de la amada con aves multicolores o sus ojos con las estrellas más brillantes, para mí, el día de san Valentín, es importante, por una razón sui generis, y es que un día como hoy, surgió a la vida, una de las mujeres más bondadosas que jamás haya conocido, mi hermana Ana Lilia, quien ahora está internada en la clínica 25 del Seguro Social en Monterrey, en donde está recibiendo un tratamiento médico propio de su trasplante renal, así que, no le podremos ofrecer un pastelito en familia, pero ella sabe, que vive en nuestros corazones sin pagar renta, lo más importante ahora, es que, a once meses de haber recibido el riñón de mi hermano Víctor, con los achaques naturales de su padecimiento crónico, ha gozado de cabal salud, pues, antes de transcribirles los trozos de poesía, les deseo a todos, que el amor sea el motor de sus vidas, que es verdad, que la cursilería es un ingrediente básico para las relaciones de pareja, entonces, hombres, no sean codos, regalen, además de afecto; flores, chocolates, peluches y cualquier detallito tierno que haga sentir especial al objeto de su amor, o ya, si de plano no cuentan con dinero para tales efectos, pues copien un versito de “Besos” de la autoría de Segovia, para que se lo regalen y la susodicha se sorprenda como si ella fuera la musa inspiradora.

Mis besos lloverán sobre tu boca oceánica primero uno a uno como una hilera de gruesas gotas que revientan como claveles de sombra. Luego de pronto todos juntos hundiéndose en tu gruta marina. Chorro de besos sordos entrando hasta tu fondo perdiéndose como un chorro en el mar. En tu boca oceánica de oleaje caliente besos chafados blandos anchos como el peso de la plastilina. Besos oscuros como túneles de donde no se sale vivo; deslumbrantes como el estallido de la fe sentidos como algo que te arrancan.

Besaré tus ojos en cuyo fondo vives tú como en el fondo del bosque más claro del mundo. Tus ojos llenos de aire de las montañas y que despiden un resplandor al mismo tiempo áspero y dulce. Tus ojos que tú no conoces, que miran con un gran golpe aturdidor y me inmutan y me obligan a callar y a ponerme serio como si viera de pronto en una sola imagen toda la trágica indescifrable historia de la especie. Tus ojos de esfinge virginal de silencio que resplandece como el hielo. Tus ojos de caída durante mil años en el pozo del olvido. ¡Feliz día de san Valentín!

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