Me causa risa, que algunos actorcillos de medio pelo, de esos que están trepados en los cuernos de la luna, gracias a la publicidad que se les hace a través de los medios masivos de comunicación, se nieguen a hacer papeles, que consideran de ínfima calidad dada su jerarquía de figuras del espectáculo, lo que estos tales por cuales, no se han dado cuenta, o padecen de amnesia selectiva, es que, si son lo que son, no es por su excelencia histriónica, sino porque los altos ejecutivos de las empresas para las que han prestado sus servicios galantes, los han colocado en donde están, ya que, a fuerza de que están en una y otra telenovela, la gente los reconoce en la calle, pero de eso, a que sean los nuevos López Tarsos, hay un abismo de diferencia, pero estas estrellitas, se trepan a un ladrillo y se marean, claro que los entiendo, por ejemplo, a William Levi, ese que primero andaba dando las nalgas en Cuba, y solo porque Carla Estrada, la famosa productora, se lo trajo para hacerlo una luminaria, con la anuencia del séquito de jotitos que deambulan alrededor de Emilito Azcárraga, esos de trajes italianos y caras de metrosexuales, ha sobresalido de entre la runfla de buenos para nada que ni cantan ni actúan ni sirven para las comparsas de carnaval televisivo, porque tiene buenos padrinos que le exigen lo mismo que a las niñas protagonistas de las taranovelas.
A mí me da igual, si los actorcitos, cobran sus favores sexuales con la codiciada pantalla que les otorga fama instantánea, pero me encabrona sobremanera, que se sientan los actores que el mundo esperaba, o sea no es así, que se ubiquen en el sitio que les corresponde, una cosa es que paguen con cuerpomatico, el derecho de piso para estar en los foros televisivos, y otra, muy distinta, que los dueños de las casas productoras, sean capaces, como modernos pigmaliones, de modelar a imagen y semejanza de los verdaderos actores, a estos que venden sus atributos para poder comer, además, no hay posibilidad, y si la hubiera, quizás estaríamos cayendo en la ciencia ficción de caricatura, de trasfundir talentos a quienes, evidentemente nacieron sin ninguno, esos dones o te los da natura o nadie te los presta, ni siquiera el Actors Studio de Nueva York.
Yo me acuerdo que mi tía Espiridiona, era la que animaba los velorios familiares, porque lloraba con tanto dolor, que a los asistentes a las exequias, les daba por sentir comezón en los ojitos, y como por arte de magia, empezaban a derramar hartas lágrimas, y lo mejor del caso, es que ni siquiera le pagábamos un solo centavo por su labor de plañidera, claro que ya sabíamos que si no le poníamos su molito con arroz rojo, pues de plano, como que no se le abrían la compuertas de la tristeza, así que, los parientes que se sentían próximos a petatearse, antes de doblar el pico, suplicaban: “no se les olvide avisarle a Espiridiona”, y es que, la verdad, un evento tan importante, sin la presencia de los gemidos, pujidos y sorbetones de mocos de Espiridiona la gran actriz, era muy aburrido, ríanse ustedes, de Julia Roberts y de la Sandra Bullok, es más, Ofelia Guilmain era una pobre actrizucha a su lado, a la hora de que el cajón iba bajando, la tía Espiridiona era un océano de sollozos, y sus: “llévame contiggooooo” eran geniales, porque le temblaba la pajarilla, el cuajo y el buche, todo al mismo tiempo, claro que se abrazaba de los arreglos florales, un día casi se nos caía al pozo, lo bueno es que como es grandota, se atoró, así deberían de ser estos buenos nada de los actorcillos que se sienten merecedores de aplausos y gloria, sólo porque son bonitillos, con buenas nalgas y tienen el sí muy facilito, a lo mejor mi tía no era la más guapa, pero estoy seguro de que si ella se hubiera dedicado al noble oficio de la actuación, habría ganado un Oscar por sus geniales interpretaciones en los funerales de la parentela.
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