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miércoles, 9 de febrero de 2011

"A qué le tiras..."

Lo juro por ésta (dicho sea sin albur), que jamás he comprado un billete de lotería, es cierto, que, a veces, sólo a veces, para colaborar en alguna obra caritativa, he adquirido boletos de esos que traen en su texto: “Rifa entre Amigos”, lo más extraño, es que, sin darle patadas a la suerte, que si los antiguos no la despreciaban, yo no tendría razones de peso para hacerlo, y a pesar de que no soy adepto a dichos sorteos, he ganado premiecillos rabones; nunca una tele, ni un carro, ni una casa, mucho menos un viaje a ningún lado, y miren, ustedes, queridos lectores, como dicen los católicos cursis, que mi ángel de la guarda, siempre está a las vivas cuando se trata de protegerme para llenarme de dones.

Papá es uno de esos millones de mexicanos que tiene la esperanza latente de sacarse un premio en la Lotería Nacional y ha comprado el mismo cachito por muchos años, el número no lo voy a decir completo, no vaya a ser la de malas, que algún envidioso, con tal de hacerle la mala obra, le escamotee la idea de hacer millonario y compre el billete en sus dos series, ya se sabe que el deporte favorito de la mexicanada es meterle zancadilla al de junto para reírse de su dolor, a mi sacrosanto jefe ya le pasó una vez esa misma desgracia, que teniendo su marchante de billetes de lotería, en uno de esos expendios que abundan en el globero pueblo, religiosamente, cada semana, iba a comprar, lo que para él significaba la esperanza de salir de jodido, en una de esas, luego de 22 años de echar dinero a un pozo sin fondo, no fue por sus cachitos como acostumbraba, pero no lo tomó como cosa perdida, ya que, en otras ocasiones, el vendedor, le guardaba el número de siempre y aunque no hubiera ganado ni reintegro, decente, responsable y honesto, acudía al establecimiento a saldar su deuda, la única diferencia es que, en ese sorteo, la serie a la que apostaba, obtuvo el premio “gordo”, así que, mi sacrosanto progenitor, acudió con su corredor de la suerte para reclamar lo que por derecho le correspondía, y cuál sería su sorpresa, que el hijo de su chingada madre (no es una palabrota, sino una definición de la calaña del tipo), le dijo, con todas sus letras, que como no había ido a pagarlo que lo había regresado a la agencia, por supuesto que don Chilo, sabio como siempre ha sido, le contestó: “que te aproveche”, y así fue, el cabrón ratero, compró casa, carro y todas esas chingaderas que compran los ladrones aprovechados con dinero mal habido, naturalmente que papá siendo como siempre ha sido, un hombre en toda la extensión de la palabra, no se amargó ni le echó la aburridora ni la maldición de la blonda, siguió su vida normal, de arduo trabajo en su santo oficio de la panadería, jamás lo escuché quejarse de su destino aciago, ya que si ese mala leche del vendedor, hubiese cumplido con su palabra empeñada de guardarle su serie de la lotería, le hubiera cambiado por completo la vida, y no sólo a él, sino a toda la familia, ahora, cuando se acuerda de ese instante definitivo, dice: “no me tocaba”, toda esta retahíla de recuerdos, se me vino a la memoria, al leer la noticia de que el edificio sede de la Lotería en la capirucha, está recién remodelado y quedó chulo de bonito, se le invirtieron diez millones de pesos, ahora sí, que ya merecía su manita de gato, porque la verdad estaba hecho una ruina, al “Moro” como se le llama, según su director, debería de considerársele como patrimonio arquitectónico de México, francamente yo estoy de acuerdo, aunque no es una obra de gran envergadura ni de sobresaliente mérito artístico, en todo caso, se le debería englobar en un apartado de construcciones de índole meramente sentimental, por lo que ha representado para los sueños de tantos mexicanos que con el anhelo de hacerse ricos, se lanzan a la calle para comprar; unos; las series completas, otros; dos o tres cachitos, y los más jodidos, de perdido un “huerfanito”, aquí cabe, el estribillo de la canción del inolvidable Chava Flores: “a qué le tiras cuando sueñas mexicano”.

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