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jueves, 24 de febrero de 2011

Promesas de Campaña

Estos días invernales, que se supone deberían de estar muy fríos, han estado más tibios que marido mandilón con la leona de su vieja, incluso hasta en la placita Miada han empezado a vender refrescantes raspas, por cierto, ya que me refiero a dicho espacio público de solaz y esparcimiento, le recuerdo a nuestro publicitado alcalde Benjamín Galván que en campaña prometió a los vecinos del barrio, en un encendido discurso que arrancó aplausos, vivas y una que otra lágrima de los emocionados asistentes al mitin, que ya nadie tendría que miar en los arbolitos, ni en las llantas de los carros estacionados, que de una vez por todas, pondría los baños, así que, si no quiere que mi tía Espiridiona le arme un san quintín en las afueras del palacio municipal, que ponga a trabajar a los baquetones de Obras Públicas en la construcción de los indispensables sanitarios, conste que todo ese evento político, incluso cuando ensombrerado subió a trote la calle Gutiérrez saludando a los acarreados, bueno, quise decir los invitados, teniendo como fondo la canción eslogan que lo acompañó durante sus periplos proselitistas por el globero pueblo, que si mal no recuerdo era una adaptación libre de “Sergio El Bailador”.

Ni crean que ahora nos van a ver la cara de paisanos como en el trienio anterior, que en lugar de trasplantar árboles frondosos, sembraron unos pinches nogales todos escuálidos que ni sombra dan, pero eso sí, a la hora de la foto del recuerdo, toda la runfla de funcionarios posaron muy orondos con sus guayaberas que parecían batitas de maternidad, naturalmente que las imágenes salieron en todos los medios difusores de noticias y ahora que los veo en las pasadas ediciones digitales de los periódicos locales, son idénticos a esos personajes de películas costumbristas con guiones escritos por Juan Rulfo en esa malhadada etapa del genial escritor mexicano, que como tenía que comer y mantener a su prole, pues tuvo que aceptar estas chambitas de costuras literarias, claro que García Márquez también le entró al negocito, aunque ahora se las dé de gran divo, que si lo es, pero a estos, les da amnesia selectiva, como a las pirujas viejas, y se les olvida que tuvieron que andar de mano en mano antes de tener la fortuna y la gloria de la que ahora gozan, en fin que eso es otro asunto, pero siguiendo con lo que les comentaba, respecto a que se nos adelantó la primavera, pues la gente ya salió de sus casas para orearse, no sé si les he platicado, asiduos fans, que mis rumbos siempre han sido los de este legendario barrio del que han salido los más grandes bandidos de la comarca, conste que no estoy haciendo apología de la criminalidad, pero a cómo están las cosas, supongo que en algún momento de mi vida, teniendo resuelta mi situación económica, es decir, casa, comida y sustento, me dedicaré de lleno, a escribir las historias de tantos malandrines que han visto la luz primera en este sector, que digan lo que digan los demás, es, amén de la cagarruta, el centro dizque histórico, según dicen unos peladillos que no saben ni lo qué es arquitectura, esta gran vasta región del poniente de la ciudad es la más destacada del globero pueblo, a veces, por las noches, cuando el músculo duerme y la ambición descansa, como dice el célebre tango gardeliano, me he puesto a redactar unos relatos en los que coloco como protagonistas a los grandes jefes de las gavillas de antaño, sus nombres son tan variados y tan coloridos, que ni siquiera Mario Vargas Llosa hubiera podido bautizar con tal tino, a ninguno de sus personajes, que se cantan a grito pelado en los famosos corridos y que han seguido vigentes a lo largo de los años, en fin, que el buen clima que ahora hemos gozado en Nuevo Laredo, me ha hecho volver a gozar de los atardeceres con la tranquilidad propia de quien tiene la conciencia en paz, o será que también tengo mala memoria para mis pecados que supongo han de ser muchos, pero como mi párroco confesor es más pecador que yo, de inmediato me otorga su bendición liberándome de las cargas penosas que podrían amargarme la vida. Ya dije.

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