domingo, 6 de diciembre de 2009
La Guadalupana
En el ambiente se percibe un denso aroma a navidad. En todas las calles, al menos en las del poniente, hay rosarios en honor a la virgen María. El viernes tuve que salir corriendo, casi con el pelo mojado, a casa de mi hermano mayor, que se llama Juan Antonio, pero al que todos conocemos como “Tobi”, ya que su esposa Olga que tiene manos de sabrosura, nos había prometido que guisaría asado de puerco, arroz rojo y frijoles negros delolla, así que además de la devoción a nuestra madre del cielo, teníamos un motivo goloso para acudir en procesión peregrina.
Hacía tanto frío que las palabras casi se congelaban al contacto con la noche, pero nunca desistimos de la idea de estar allí, y es que cada año, todos los integrantes de la familia, nos reunimos en distintas casas para rezar el rosario a la virgen con todo y letanías, incluso, siempre hemos incluido el exitazo católico, que en María Visión ha ocupado los primeros lugares de popularidad, llamado: “La Guadalupana”, aunque francamente la que canta bien feo es mi tía Rehueca, que en realidad se llama Rebeca, pero es tan distraída que sus parientes pensamos que en donde debe ir el cerebro, ella tiene puro aire, ya que por más veces que ha cantado el himno a nuestra morenita del Tepeyac, siempre se equivoca, dice una palabra por otra, y lo que es peor, intercala frases de “El Negro Soruyo” de la sonora Dinamita, así que nos desentona a los demás, y es inevitable que nos tropecemos con la letra de tan bella plegaria, en la cual los fervorosos católicos damos cuenta del milagro de la virgencita cuando se le apareció a san Juan Diego.
“Desde el cielo una heeerrmmooosaaaaa mañana. Desde el cielo una heeerrmmooosssaaaaa mañana La Guadalupana, la Guadalupana, la Guadalupana bajó al Tepeyac. Este cerro elijo. Este cerro elijo para ser mi altar, Desde entonces para el mexicano ser guadalupano es algo esencial”. Se repite toda las veces que uno quiera, igual pueden pasar las horas y todos podemos seguir con los ojos de huevo cocido en franco trance espiritual, o cortarla en la primera ronda, pero como ese viernes corría un airecito a punto de congelación, pues todo fue más rápido que de costumbre, ya terminada la mística siguió la mástica, es decir la hora de la cena en la que todos nos dejamos caer como el borracho que nada más toma cuando el pisto es de gorra, y yo, que siempre me cuido para no cometer el pecado de la gula, me atranqué como nunca, creo que en esa cena engordé mínimo cinco kilos, porque además, no conforme con hacer un asado de chile colorado, hizo otro, como en pipián, así que me persiné para que no me fuera a hacer daño y mandíbulas al ataque.
De regreso a la casa, como a eso de las diez de la noche, me di cuenta de que diciembre está lleno de magia, y es que a pesar de que las condiciones económicas no son las mejores en el pueblo, ya que antes, a todo mundo le alcanzaba para hacer una carnita asada el domingo, ahora es más difícil porque escasea el trabajo, y los que tienen empleo, son mal pagados, conste que no lo digo por mí, que yo ni necesidad tengo de trabajar, pero es que cada vez hay más puestecitos en las casas; algunos de tacos, otros de quesadillas, o de lonches, de tamales, de champurrado, de ropa, de piñatas, de juguetes, en fin, y es que la gente de mi solar tiene hambre, no le alcanza con lo que gana, en eso deberían de fijarse los que cacaraquean nuestra prosperidad, en que lo poquito que tienen los neolaredenses les alcance para ser felices y cubrir todas sus necesidades, claro que me encanta que hagan muchos eventos para reunir ropa usada, juguetes o despensitas para repartir a los pobres, pero me gustaría que en lugar de caridad, hubiera mayor justicia social, que los que andan pidiendo para dar a los jodidos, saludando con sombrero ajeno, como mi tío Emiliano que era generoso con el dinero de su compadre Melitón, fueran a hablar con los encargados de crear empleos bien remunerados y les explicaran que nuestro globero pueblo está languideciendo en la extrema pobreza. Oremos.
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