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miércoles, 30 de diciembre de 2009

Guajolotes Unidos del Aigre


Nota del redactor: A partir de este primero de enero de 2010, publicaré las cinco mejores columnas del año que ya chupó faros, es decir, que de aquí al martes serán repeticiones, solamente que ocurriera algo fuera de serie en el pueblo o en el país, suspendería la celebración Guillotinesca para treparme al “timeline” de la vida cotidiana, espero que las disfruten mucho queridos lectores y aprovecho para agradecer nuevamente su generosa compañía a lo largo de este año. Gracias infinitas a mi editor el C.P Pepe Suárez por su confianza al incluirme en su nómina de estupendos articulistas, al Lic. David Dorantes Soriano por su respaldo profesional, a mi editor en jefe Jhiovani Raga, a Roberto Lozano, a Mario Villarreal y a cualquiera que haya hecho posible que mi columna ocupe el primer lugar del top editorial de los periódicos del pueblo.

Con eso del avión de “Air France” que se esfumó en el aire, me acordé de que un día, con eso de que tengo reminiscencias genéticas regias, me dolió el codo por un viaje carísimo que hice al paradisiaco Cancún, así que a la semana siguiente, se me ocurrió que, si era lo mismo atrás que en ancas, pues no me iba a pasar nada malo, si por una sola vez en la vida, cambiaba de línea aérea, y craso “herror”, resulta que de Aeroméxico, que tampoco es United Airlines, cambié a Vuelos Azteca, y claro que costaba muchísimo menos, la diferencia económica sin ser abismal, pues si me permitía ahorrar unos buenos pesos, y para no hacerles el cuento largo, pues me subí al aeroplano y así entre carreras y sofocos, el avión, agarró velocidad con tos de viejito pedorro, las alas se le ladearon, pero al fin, luego de agarrar correntía por la pista del aeropuerto internacional de la Ciudad de México, el pájaro de acero traspasó la nata de polución de la otrora región más transparente del aire.

La verdad es que, a los pasajeros y a éste que redacta la historia, se nos hizo muy raro que las aeromozas, (aunque a ellas les gusta que las llamen sobrecargos), trajeran cara como de suegra en plena boda, ya saben, queridos lectores, medio moradas, con los ojos de jícama con chile y pulso de azucarador de churros. Yo, aunque tenía antojo de meterle unos centavos al cochinito, tampoco he viajado nunca entre la perrada, así que desde mi asiento de primera clase plus vip gold, le pedí un poco de agua a una de ellas, y la interfecta me respondió con voz de contestadora de Sanatorio Mental: “en este momento no lo puedo atender, si es paranoico apriete el número dos, pero ya sabemos quién es usted, qué hace, dónde vive y con quién se junta”, ese simple detalle me pareció extrañísimo y suspicaz como soy, reflexioné para mis adentros, pero no muy profundos, porque tuve miedo perderme, algo raro está pasando (esta frase se lee en Voz en Off) , pero entré en pánico cuando el avión empezó a cascabelear, y el resto de la tripulación gritó ¡ah chingao! y luego, el chalán del piloto, anunció por las bocinas del viejo aparato que nadie se asustara, ya que estaban pasando por un banco de nubes perredistas, que nos atornilláramos bien al asiento, que creo no tenía ni cinturones de seguridad, suplicaron que por favor nadie se alarmara, para ese momento las sirvientas del aire, se habían amacizado de los pasamanos, pero estoicas nunca dejaron de sonreír a los viajeros, aunque tampoco a ninguna de las guapas edecanes, se les ocurrió ofrecer ni una dramamine para el mareo, sobre todo a las señoras que se les pusieron los ojos de huevo cocido como a los pericos drogados que las gringas ociosas cruzan de contrabando por el puente Uno, y no sé si ya les dije, queridos lectores, que el traslado aéreo era con destino final a Monterrey, Nuevo León, así que siendo como son, las viejas codomontanas, de borloteras y pederas, empezaron a reclamar a gritos ahogados por la angustia, que qué jijos ocurría, pero luego de dar vueltas y vueltas en “U”, el avión, después de zangolotearse como crisis de epiléptico, volvió a aterrizar en la misma pista que había dejado veinte minutos antes, claro que para ese instante, el terror a morir, es decir la rebelión de las células por impedir su exterminio, afloró en forma de viscosos líquidos, iba a describir dichos fluidos, pero tampoco es cosa de ofender el pudor de mis distinguidas lectoras que se cuentan por varios cientos, ya se sabe que las escatologías son necesidades fisiológicas ineludibles, y es evidente a lo que me refiero.

Los atribulados codo viajeros, con pasitos tembeleques de cabritos recién paridos, aún con el sustazo que nos habíamos chutado, como quiera fuimos al mostrador de la aerolínea a reclamar por el pésimo servicio, y estando rodeado de casi puros regios, fue muy fácil negociar que nos treparan a un avión de Mexicana para proseguir nuestro accidentado periplo hacia la sultana del norte, por eso que me pasó esa aciaga noche en la capirucha, no he vuelto a arriesgar la vida en ninguno de esos aviones económicos que te cobran menos que en transportes del norte. Gracias a Dios y a san Juditas no morí aplastado como mosquito en radiador de tráiler, y por eso, ahora entiendo lo que es amar a AeroMéxico en tierra de Aviacsa, Aero california y Guajolotes Unidos del Aigre. Ya dije.

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